Es cuestión de lógica

Alberto Bejarano Ávila

Invitando a tantear una proposición deductiva, finalizo un año más de reflexiones críticas y propositivas sobre la realidad tolimense, que ni es evolutiva ni es inmutable porque siempre muta en regresión social, económica y ambiental, áreas cardinales que, en suma, revelan el nivel de vida y la prospectiva del futuro de los tolimenses.
PUBLICIDAD

Para construir una hipótesis sobre la lógica aplicada al progreso, empiezo por suponer que el Tolima sufre múltiples problemas, pero que el más grave es apenas uno y además decisivo, porque mientras este no se supere, aquellos múltiples problemas, en vez de solucionarse continuarán creciendo. La cuestión de la lógica sería entonces ese crucial problema porque es obstáculo que siempre impide trazar las coordenadas del desarrollo, como bien ayuda este aforismo de Lewis Carroll: “Si así fue, así pudo ser; si así fuera, así podría ser; pero como no es, no es. Es cuestión de lógica”.

Porque “La lógica es una disciplina consistente en el estudio de los procedimientos formales de la razón” o, diría, estudia las leyes del razonamiento correcto, uno, en su limitado pensar sobre la persistencia del atraso y su secuela de problemas, que “así son, porque podían ser”, se pregunta por qué la inteligencia colectiva tolimense fue subyugada por ideas decadentes que paralizan el pensamiento superior sobre la perspectiva contemporánea del progreso, la civilidad, el bienestar, la ética y la territorialidad, que, como estándar moderno de vida, hoy gozan las naciones progresistas, y “que así es, porque podía ser”. Decadencia mental y moral es homologar política con politiquería; líderes con gamonales; progreso con asistencialismo y pequeñas obras (efecto placebo); hegemonías con sostenibilidad del progreso; electoreros con pensadores políticos; excepción empresarial con sociedad emprendedora. En fin…

Debe juzgarse entonces si hay correlación lógica entre el atraso tolimense o la carencia de rutas ciertas hacia mejor futuro o hacia el progreso prometido por personajes que, cobijados por trapos que son más ficción que núcleos de unidad para alcanzar fines sociales, “hicieron política” por treinta, cuarenta o cincuenta años y que continúan haciéndola arguyendo que gestionan progreso o si hay conexión lógica entre la prospectiva del desarrollo municipalista (47 en el Tolima) y gobernantes que se ufanan de pequeñas obras en sus municipios. Como no hay lógica entre el atraso regional y las promesas de sujetos que, por décadas, medraron en las nóminas legislativas y ejecutivas y, para esquivar el juicio moral, resto la existencia del egocentrismo y la “cacocracia” y digo solamente que ellos son sujetos ineptos que cualquier empresa destituiría por carecer del perfil para cumplir funciones de alta responsabilidad.

Quien extrapole la utopía y vea un Tolima desarrollado, “porque podía serlo”, igual pensará que ello fue posible porque en algún momento de la historia una generación pudo conversar acerca cómo liberarse de las arcaicas mañas politiqueras y construir una nueva arquitectura ideológica, programática y organizacional (nueva política). Que el 2025 sea año de reflexión, cambios y satisfacciones y, con la venia de END, en tres semanas estaría de regreso.

Alberto Bejarano Ávila

Comentarios