¿La constituyente es el camino?

Alfonso Gómez Méndez

El título de esta columna corresponde al slogan con el que la propaganda oficial en 1990 trataba de sembrar en la mentalidad de los colombianos la idea de que si se reformaba la Constitución por una vía distinta a la del Congreso se solucionarían todos los problemas que aquejaban a la Nación, que no son distintos a los que ahora se mencionan: desconfianza del pueblo en su clase dirigente, desprestigio del Congreso, descontrol del orden público por las acciones guerrilleras, pero principalmente por la arremetida terrorista del narcotráfico para quitarse la extradición de encima, corrupción política y administrativa, inequidades sociales y una desesperanza casi generalizada.
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Es verdad que el narcoterrorismo había hecho de las suyas asesinando candidatos, políticos, magistrados, periodistas y jueces. Una campaña muy bien orquestada le hizo creer a buena parte de la población -pero sobre todo a los jóvenes- que la Constitución del 86 dificultaba cualquier solución.

En verdad esa constitución, con razón repudiada en su concepción original por liberales y gentes de avanzada en 1990, no era la misma. No era ya “conservadora” porque había tenido reformas trascendentales como la de la revolución en marcha de 1936, que entre otros avances introdujo el concepto de Estado Social de Derecho y la intervención estatal en beneficio comunitario, o las del plebiscito, en que los dos partidos refrendaron la del 86, la de 1910 que había establecido ya el control judicial sobre los actos del gobierno, y la de Carlos Lleras de 1968, que modernizó el Estado y creó la sala Constitucional al interior de la Corte Suprema de Justicia.

En medio de esa llamarada mediática no hubo espacio para analizar cuáles eran las normas que impedían manejar el orden público, o luchar contra la corrupción, o concentraban la riqueza, o impedían el ejercicio de las libertades públicas. 

Irónicamente la figura más odiada de la constitución del 86, la del “Estado de Sitio” -que permitió a Ospina Pérez cerrar el Congreso en 1949 con el argumento de que el funcionamiento del legislativo era incompatible con el mantenimiento del orden público-, fue la utilizada para desencadenar el proceso de cambio Constituyente de 1991. 

El país creyó en esa ilusión y votó por la Constituyente. Pero en la elección de sus miembros apenas intervino el 30% del censo electoral. Hubo un respiro. No detonaron más bombas gracias a que se prohibió la extradición en la carta política. Fueron elegidos algunos indígenas, caras nuevas y pocos jóvenes, pero en su gran mayoría lo fueron expresidentes, ex ministros, ex gobernadores, ex alcaldes, casi todos del “antiguo régimen”.

A raíz de la agitación social actual ya comienzan a surgir voces que piensan que la Constituyente puede ser una salida y aducen el caso de Chile que, después de las grandes movilizaciones y destrozos hace dos años, encontró en esta una salida.  No son iguales las situaciones pues en el país austral querían, con razón, sepultar la Constitución de Pinochet. Con todo y eso lo curioso es que, después de tanto despliegue, para elegir los constituyentes solo intervino el 40% de la población. Apenas un poco más que nuestro precario 30% del 9 de diciembre de 1990.

Si el camino era la constituyente como se dijo entonces, no estaríamos treinta años después en semejante agitación social por la corrupción, el desprestigio del Congreso, las desigualdades sociales y un largo etc. 

Aparte de la carta de derechos, la constitución del 91, no ha sido exitosa ni en lo que tiene que ver con el Ejecutivo, ni con el Congreso, ni con el poder judicial. Todo eso demuestra que la solución no es cambiar la Constitución, sino aplicarla. La de antes o la de ahora. No puede, otra vez, cambiarse la carta política como un ilusionismo para que todo siga igual. Aprendamos de nuestra historia y busquemos otros caminos.

ÁLVARO ESCALLÓN VILLA

Acaba de extinguirse la larga y fructífera vida de Álvaro Escallón Villa. Fue un liberal de ideas y de acción. Participó desde el comienzo en la fundación del MRL, con el “Compañero Jefe” López Michelsen, que sacudió y modernizó la ideología liberal. Bajo la dirección de López trató desde los años 70 de lograr la Paz con el ELN. Se va otro grande del pensamiento liberal.

ALFONSO GÓMEZ MÉNDEZ

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