Jefatura de gabinete

Alfonso Gómez Méndez

En un programa radial del domingo pasado, Roberto Pombo volvió a agitar la idea de pensar en cambiar el rígido régimen presidencial por uno parlamentario.
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Lo cierto es que ese régimen parte de la base de que existan partidos de verdad y unas bancadas que respondan a sus orientaciones.

En nuestro sistema presidencialista existe un remedo de bancadas, como se está viendo con los congresistas que al margen de los lineamientos de sus “jefes” negocian de manera individual con el gobierno.

Y a propósito de los hechos de estos días, el otro “parche” atribuible, no a la Constitución sino a algunos presidentes, es el de la “jefatura de gabinete”, entendible en un sistema parlamentario, pero no en uno presidencial. En sentido estricto, en cuanto a la función de coordinar la actividad de los ministros, el único “jefe de gabinete” es el presidente de la República. Hace unos años un expresidente comentaba que, recién elegido, uno de sus amigotes bogotanos le dijo: “ala, no quiero que me nombres ministro, dame una cosa menor para coordinar a los ministros”. Y el Presidente le contestó: “precisamente eso es lo que me toca hacer a mi según la Constitución.”

En la estructura de la Presidencia de la República siempre ha existido el secretario general, en otra época el subsecretario que llevaba las actas del Consejo de ministros y el secretario privado que le manejaba la agenda al presidente. En ninguna parte, ni en la Constitución ni en la ley, aparece la jefatura de gabinete. La Constitución Nacional establece que el gobierno lo integran el presidente y los ministros y en cada caso particular, el presidente y el ministro respectivo. Además, la Carta Política determina que no habrá empleo que no tenga funciones precisas señaladas en ley o reglamento.

El presidente Turbay quiso hacer lo correcto al presentar un proyecto de ley al Congreso creando el “ministro de la Presidencia” para elevar la categoría política y jurídica del secretario general de la Presidencia, que no fue aprobado. Hubo, eso sí, poderosos secretarios generales de la Presidencia por su trascendencia, personalidad política y jurídica, conocimiento del país o del Estado y por su ascendencia sobre el Presidente. Se pueden mencionar algunos como Rafael Naranjo Villegas con Pastrana Borrero o Germán Montoya con Virgilio Barco.

Juan Manuel Santos, sin ley, creó el “Ministerio de la Presidencia” con Néstor Humberto Martínez y además volvió ministerios a varias consejerías, experiencias ambas que no duraron mucho. Fue el presidente Duque quien elevó la categoría de la “jefe de gabinete”, cuyo poder básicamente consistía en hablarle al oído al presidente y entre bambalinas, nombrar o “des-nombrar” ministros. Hasta el punto de que en los saludos protocolarios estaba la jefe de gabinete, antes que los ministros formales y los comandantes de las Fuerzas Armadas.

Parecería que el esquema lo heredó Petro, pues según se dice en los medios, la actual “jefe de gabinete” es la más cercana al jefe del Estado y produce alegría su llamada a un aspirante a ministro, pues puede ser su nombramiento, o tristeza en un ministro titular, pues puede ser el anuncio de su defenestración… No tiene funciones determinadas, pero ejerce todas las que le encomiende el presidente, y no son pocas.

Es hora entonces de “re enderezar” el funcionamiento interno de la Presidencia y, si es preciso, presentar ya el proyecto de ley creando la figura del ministro de la Presidencia, que incluya responsabilidades políticas que no tiene el o la “jefe de gabinete”.

 

ALFONSO GÓMEZ MÉNDEZ

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