Barriga llena, cuerpo y alma contentos

Andres Hurtado

La seguridad alimentaria se convirtió en un elemento trascendental después de la pandemia. Debido a su coletazo económico, la pobreza extrema en la ciudad incrementó en un 300 % y el 43,2 % de los ibaguereños quedaron en condición de pobreza monetaria.
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Esto significó que 70.000 habitantes de la Capital Musical no contaran con ingresos necesarios para suplir el consumo de 2.000 calorías diarias, comprometiendo el desarrollo nutricional de generaciones enteras y la calidad de vida de la gente. A partir de esto, fue necesario robustecer programas que garantizaran alimentos para los desprotegidos y futuro para aquellos que se encuentran en etapa de crecimiento. 

Por ejemplo, en materia de comedores comunitarios destinados para alimentar a 8 mil abuelitos y niños cada día con un almuerzo caliente, iniciamos con la instalación de 25 y rápidamente los ampliamos a 88 restaurantes, esto nos ha permitido entregar más de 1.5 millones de  almuerzos que nutren a nuestra gente.

Además de lo anterior, hemos beneficiado con apoyo nutricional a 1.302 personas con discapacidad, evidenciando que la parte social también juega un papel fundamental en nuestra misión y propósito, dimensión que nunca descuidamos pese a que la impronta de nuestra administración suele hacer énfasis en obras e infraestructura.

La difícil situación alimentaria también representó problemas para la permanencia educativa. No es necesario ser un erudito para entender que la poca ingesta de alimentos se convierte en poca ingesta de conocimiento, ya que ningún niño puede concentrarse si sólo consumió un pocillado de aguapanela en todo el día. 

Esto frustra el crecimiento intelectual de los estudiantes y estanca el progreso de nuestra ciudad. Por lo anterior, procuramos complementar la nutrición de quienes construirán la Ibagué del futuro a través del PAE, beneficiando a más de 50.000 niños y jóvenes desde el día uno. 

Este programa permite ofrecer un complemento alimentario y aporta a los requerimientos de energía, macro y micronutrientes que garantizarán la permanencia del estudiante y un apropiado proceso de aprendizaje. Para tal propósito, invertimos cerca de $50 mil millones en lo que va del cuatrienio, recursos que se transformaron primero en bonos, luego en alimentos industrializados y, por último, a partir del pasado 6 de febrero, en raciones preparadas que, además de contener la mejor sazón ibaguereña, generan muchos puestos de trabajo para nuestros coterráneos. 

Es importante mencionar que, ante las dificultades que presentamos en un principio, robustecimos considerablemente la inspección y vigilancia del PAE en todas sus dimensiones. 

Actualmente contamos con un equipo de supervisores y con los Comités de Alimentación Escolar, que es un mecanismo de participación ciudadana para hacer control social durante la planeación y ejecución del programa.

Quiero expresar además que, mientras se surte el nuevo trámite contractual para elegir al operador, proceso que se hace en la Bolsa Mercantil del Colombia, tenemos listos $32.000 millones para llevar este complemento alimentario a más de 54 mil beneficiarios. Siempre vigilando el cumplimiento de las normas de manipulación y almacenamiento.

Le ponemos la lupa al PAE y hacemos estricto seguimiento de este programa, todo con el propósito de garantizar a nuestro niños y jóvenes, los mejores productos en óptimo estado. Sí, es nuestro deber y nuestra obligación, pero más allá de eso, lo hacemos con amor y con la plena convicción de que estamos sembrando un buen futuro para la ciudad, creando a destacados deportistas, a los más brillantes científicos y a los mejores seres humanos.  

¡El alimento es más importante que el cemento!

 

ANDRÉS FABIÁN HURTADO

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