Tiempos para la paz

Hay un ambiente propicio para la paz. Se sienten vientos de paz. ¿Cuáles serían los elementos que constituirían ese ambiente de paz? El primero a destacar es la modernización de las fuerzas militares que ha posibilitado diezmar de manera significativa la fuerza destructiva de la guerrilla.

Hay un ambiente propicio para la paz. Se sienten vientos de paz. ¿Cuáles serían los elementos que constituirían ese ambiente de paz? El primero a destacar es la modernización de las fuerzas militares que ha posibilitado diezmar de manera significativa la fuerza destructiva de la guerrilla. 

La capacidad militar del estado se ha fortalecido en todos los niveles, lo que obliga a la insurgencia a descartar la posibilidad de una victoria militar. Por su debilidad la guerrilla intensifica ataques, no por fortaleza, sino para mejorar su posición a la hora de negociar. 

Fue la guerrilla la que dio el primer paso para buscar el diálogo. Timochenko apelando a citas bíblicas propuso conversaciones directas con el gobierno. Recientemente, el ELN hizo lo mismo.

Se ha avanzado con discreción y ya existe una agenda razonable de discusión. No se exigen zonas de despeje y se pone sobre la mesa la posibilidad del cese al fuego. 

El Gobierno nacional dentro de su plan de desarrollo de “Prosperidad para todos” ha abonado el camino al levantar la bandera de lo social como prioritaria: restitución de tierras, ley de víctimas, programas de vivienda gratuita, mayor cobertura de educación de calidad y subsidiada, apoyo al agro y medidas de contingencia frente al TLC, determinación del reajuste salarial por encima de la inflación, urna de cristal contra la corrupción… y otras medidas de impacto social significativo.

La guerra beneficia a algunos. A los que trafican armas. A los que expulsan campesinos para expandir sus cercos y quedarse con sus tierras. A los que se benefician del pánico que produce la guerra. 

A los que quieren fungir como salvadores… El premio Nobel de literatura Ernest Hemingway reflexionaba en sus obras si la guerra era lo peor de la existencia humana. 

Pensaba que peor que la guerra era salir derrotado de ella. Creo que peor que eso es una guerra que no termine, que se prolongue en el tiempo y que nos acostumbremos a ella. Con casi medio siglo de guerra en Colombia, son muchas las generaciones que hemos nacido y vivido en medio de esta conflagración fratricida. Y la hemos asimilado.

Hoy nuestro lenguaje es de guerra, de enfrentamiento y de lucha. Combatimos la corrupción, el hambre o el analfabetismo; por la televisión nos ofrecen productos para la batalla contra las bacterias, la osteoporosis o la caries; a los barrios donde habitan delincuentes se les considera el cáncer de la sociedad; y problemas no atendidos se constituyen en bombas de tiempo. 

A los niños se les quiere enseñar a no dejarse y a luchar por ganarse la vida. Se escucha decir a gente de bien que estaría dispuesta a picar al delincuente que atente contra sus hijos. 

No creemos en la justicia y en lugar de exigir que funcione decidimos tomarnos su lugar para ejercerla con manos propias. Olvidamos que está demostrado que la ley del Talión, esa de ojo por ojo, no mejora la sociedad sino al contrario, empeora las cosas, genera odios, rencores y temores. La guerra debemos sacarla del alma…

Es hora que pensemos si queremos dejarles a nuestros hijos un país en guerra permanente o le trabajamos en serio a la paz. Si la paz es un mandato de obligatorio cumplimiento, pongámonos a la tarea, pero ¡ya!

Credito
AGUSTIN ANGARITA LEZAMA

Comentarios