Cultura ciudadana

Agustín Angarita Lezama

Muchos se quejan del desorden en la ciudad. También son muchos los que contribuyen al desorden. Veamos ejemplos: Es grande el número de ciudadanos que deciden parquear en las calles, dejando sus vehículos expuestos a ladrones, vándalos y accidentes. Si las calles son estrechas, peor si nos parqueamos en las vías.

Otros están convencidos que el pito mueve a los vehículos, y pitan desde antes que cambie el semáforo. El ruido de los pitos de carros y motos al primero que afecta es al conductor y después a todos los que vivimos en la ciudad.

El ruido también tiene que ver con los vendedores de productos que usan megáfonos a alto volumen; con los altoparlantes de almacenes que a todo grito ofrecen sus productos, con la maquinaria de las construcciones, con la música de discotecas y ventas de trago, con los carros que ponen música para que la oigan desde Girardot o las congregaciones religiosas que piensan que Dios es sordo y que sus cánticos deben llegar hasta el cielo.

El desorden tiene que ver con los conductores de vehículos que no respetan los carriles respectivos, que no detienen completamente la marcha en los pares, que aceleran su marcha cuando el semáforo está en amarillo, que detienen sus vehículos sobre la zona de cruce de peatones.

Con los motociclistas que adelantan a otros vehículos por la derecha, que se suben a los andenes y no respetan los carriles. Todo esto está prohibido por ley, pero no hay autoridades que la hagan cumplir.

El desorden de la ciudad también tiene que ver con los comerciantes y dueños de restaurantes que sacan desechos de sus negocios a horas diferentes de su recolección, favoreciendo que transeúntes y animales callejeros hagan regueros en las vías, separadores o andenes. Igual ocurre con los residuos sólidos domiciliarios y los ciudadanos que botan basura en las calles.

Generan desorden los ciudadanos que exponen su vida e integridad al cruzar avenidas por debajo de los puentes peatonales o por fuera de las zonas demarcadas para su paso. Duele ver a muchas personas dañando las plantas sembradas para embellecer los separadores, por pasar la calle a mitad de cuadra.

Peor los que no respetan los semáforos. O los ciclistas que manejan en contravía y sin respetar señales de tránsito. Y los que reparan vehículos en la vía pública o en las aceras.

Lo anterior y mucho más, amerita un compromiso serio, cuidadoso, continuado sobre cultura ciudadana. Pero un verdadero programa integral, no simples campañas publicitarias ocasionales con mimos y cartelitos que no causan impacto pero sí sangran el erario.

Un programa de cultura ciudadana debe ser una apuesta pedagógica que permita interiorizar en el corazón y la mente de los ciudadanos el respeto por las normas, la responsabilidad moral de cumplirlas y el consecuente castigo cuando se incumplan.

La cultura ciudadana busca construir ciudadanía como un patrimonio de la sociedad. Kant decía que los humanos, para vivir en comunidad, teníamos la obligación absoluta, como imperativo categórico de regular nuestra conducta. Esta autorregulación es cultura ciudadana.

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