La voz de América Ibérica

Augusto Trujillo

Probablemente nadie duda que América Ibérica sigue sin poder encontrarse a sí misma. Sus países crecen con el centro de gravedad situado afuera y no se preocupan por recuperarlo.
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Fueron sus dueños durante el tránsito de la colonia a la república, en las movilizaciones convocadas por sus cabildos, en los movimientos comuneros que brotaron en distintos sitios de su geografía, en las preocupaciones institucionales que subyacen en varias de sus constituciones.

En la Nueva Granada también hubo revueltas comuneras. Además, una Expedición Botánica, un Memorial de Agravios, unas constituciones provinciales de clara estirpe autonómica. Sin perjuicio de diversos influjos, la generación precursora de la independencia quiso construir la primera república utilizando materiales de su propia historia. Los liberadores, en cambio, prefirieron los construidos en las potencias emergentes. Desde entonces el país crece con el centro de gravedad situado afuera. 

América Ibérica lleva cincuenta años revisándose a sí misma. La postguerra europea le permitió cabalgar sobre los principios de la soberanía nacional y comprometerse con el Estado de bienestar, hasta cuando la estrategia Thatcher-Reagan impuso una visión que terminó convirtiendo los años ochenta en una década perdida para la región. La política se alejó de las prácticas que equilibraban el estado de derecho y la economía de mercado, para inclinarse a favor de un nuevo ius vinculado a un nuevo eje: La lex mercatoria.

El mundo anglo sajón privilegia las acciones sobre las ideas. Suscribe la predestinación, por ejemplo, y la ética calvinista que hace del éxito el leiv motiv de la vida. Siempre he creído que ese tipo de cultura es poco democrática. Por eso los ingleses se abstuvieron de separar la iglesia del estado y, por lo mismo, los gringos privilegian la visión republicana sobre la democrática.  La primera se refiere simplemente al gobierno de la ley, la segunda a la toma de decisiones por parte de los ciudadanos. 

En América Ibérica el siglo XXI capturó para unos pocos, cosas que por su naturaleza deben ser para muchos: La política es de los ciudadanos, pero fue capturada por los políticos. La economía es de los ciudadanos, pero fue capturada por los monopolios; el derecho es de los ciudadanos, pero fue capturado por los jueces; la opinión pública es de los ciudadanos, pero fue capturada por los medios de comunicación. Esas prácticas no afectan a ninguna república, pero afectan, de manera sensible, a cualquier democracia.

El siglo XXI también podría hacer regresar el péndulo de la política hacia prácticas capaces de restaurar los equilibrios entre el estado social de derecho y la economía social de mercado. Más que de los gobiernos, de los mismos ciudadanos depende que el ejercicio de la política vuelva a las manos de la sociedad civil. Así sería recuperable la idea de una promisoria integración regional que, en el pasado, promovieron jefes de estado como Carlos Lleras, Eduardo Frei, Fernando Cardoso, Belisario Betancur. Desde el ámbito de su diversidad, América Ibérica podría proyectar una voz común sobre el mundo y reclamar la vigencia de unos valores democráticos que no gozan de buena salud en las dos grandes potencias: Al menos, eso es lo que muestra la mitad de los gringos y más de la mitad de los chinos.

 

AUGUSTO TRUJILLO MUÑOZ

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