Clanes y redentores

¿Si no es en tiempo electoral, entonces cuándo conviene hacer crítica política? Para empezar otra lectura crítica bajo la perspectiva regionalista, debo porfiar en que, para los tolimenses, el fin intrínseco de la política es transformar el territorio, es decir, superar la premodernidad con sus visos feudalistas de hegemonías y pobrezas de toda índole y alcanzar la modernidad, entendida como era signada por la sostenibilidad del progreso, la equidad social y la calidad medioambiental (ello engloba todo cuanto desglosa la pequeña política para convertirlo en cliché electoral, maña contraria a la integradora y sistémica visión política del territorio). Así entonces, hasta ahora, y parece que hasta 2027, la transformación tolimense ha sido y será el fracaso de una torpe mentalidad y por tanto fracaso de los prosélitos de esa mentalidad.

Talentos y sueños arrodillados

De muchas definiciones de desarrollo acojo, resumo y sugiero para el Tolima, como territorio a reconstruir, aquella bosquejada desde seis principios: “capacidad productiva cercana a su potencial; sostenibilidad productiva; redistribución del ingreso; conciencia medioambiental; evolución del capital humano; orden social”. También resumo y, al Tolima sugiero, asumir la definición de política trazada en tres principios: “arte, doctrina u opinión sobre el gobierno; actividad de quienes rigen o aspiran a regir las cuestiones públicas; actividad del ciudadano cuando participa en asuntos públicos con sus ideas, con su voto, o de cualquier otra manera” Estas definiciones, teóricamente elementales, seguramente todos las conocen y entienden y por ello extraña que el sincretismo de esos principios no guie nuestro andar hacia el futuro.

¿Pa’ dónde va Vicente?

Parece que esta vez tampoco fue posible lograr una coincidencia y convergencia política que pudiera ocasionar un quiebre histórico en el Tolima y por tanto el cuatrienio 2024-2027 será igual y hasta peor porque, es evidente, las llamadas fuerzas vivas del Tolima aún no admiten que vivimos una era de decadencia que solo una profunda escisión detendría.

El tren del desarrollo

Porque es urgente, porque es ineludible e inaplazable obligación de todos y porque es viable y posible, obsesiva es mi espera del momento de partida del tren del desarrollo tolimense.

La emberracada gremialista!

Gasto e inversión pública en sectores económicos puntuales ha sido la estrategia clásica para destrabar economías raquíticas o recesivas y empezar procesos sostenidos de desarrollo.

Las formas de lucha

No pretendo ocuparme en abstracciones teóricas sobre la lucha social o la dialógica respecto a “mamertos y fachos”, solo quiero recordar, y de allí intentar alguna conclusión, las acciones con las cuales, a lo largo del tiempo, muchas generaciones de tolimenses hemos enfrentado injusticias, yerros y abusos de políticos y gobernantes “cortados con la misma tijera”, formas de lucha de hecho universales, pero que, como suelo hacerlo, contextualizo en el Tolima para que lo planteado y propuesto tenga pertinencia. Esta vez hablaré de la protesta como forma de lucha más utilizada y, para empezar, permítanme contar que, desde principios de los años sesenta, el suscrito ya participaba en protestas y frente a la Gobernación del Tolima coreaba aquella memorable cantinela: ”ahí están, esos son, los que venden…”

Bifurcar la crítica política

Por los mensajes recibidos y los animados diálogos presenciales sobre lo planteado en mis últimos artículos, especialmente los que se ocupan del rumbo que lleva el Tolima, considero conveniente hacer algunas precisiones o ampliaciones imbuidas por una premisa que, pese a su elemental lógica, siempre se evade o brilla por su ausencia en la retórica electoral que, como dijera en aquellos textos, es una verbosidad refrita, casuista e insulsa que no expresa legítimas y renovadoras concepciones políticas que legitimen las aspiraciones electorales. “Mientras no cambiemos los paradigmas o la mentalidad, el rumbo tolimense no cambiara”; esta es la premisa, por todos sabida, por muchos citada y convertida en letra muerta porque no somos consecuentes y, así, la decadencia del Tolima tendrá que continuar.

El Tolima y su rumbo (III)

En días de frenesí, dizque democrático, es difícil hacer crítica política sin parecer aguafiestas, pero, si no es hoy, entonces cuándo decir que el Tolima no alterará su rumbo, pues igual que quienes falsearon la vida tolimense, quienes hoy se dicen alternativos usan una retórica que no ofrece siquiera tenue luz de esperanza para rehacer al Tolima. Creo no injuriar a activistas y lideres íntegros si digo que, por no existir historia, progresismo y atinado rumbo tolimense, existe la afincada subcultura electorera que creemos es cultura política, involución ocurrida porque ignoramos que la auténtica cultura política se fundamenta en el antropocentrismo, la dimensión sistémica del territorio, la visión moderna de sociedad y un modelo económico propio y no en el personalismo que sufren hasta los virtuales progresistas y por ello las ideas renovadoras nunca convocaron a los tolimenses a construir juntos nuestra propia historia.

El Tolima y su rumbo (I)

Afirmé que ni historia ni progresismo tolimense existen y sigo hilando razones que pudieran motivar el examen de académicos, intelectuales analistas y opinión en general para oxigenar y remozar la vida tolimense, carente de imaginarios de futuro y progreso, pero henchida de anacronismos

El progresismo tampoco existe

La historia tolimense no existe, esta fue la teoría con la que hace pocos meses quise originar un diálogo o debate, que pusiera en perspectiva el lenguaje usado en tiempo electoral y ello porque, a mi juicio, gran parte de la opinión y diría que todos quienes aspiran a ser elegidos, en lugar de conceptos cargados de pertinencia o sentido restaurador, esgrimen una retórica vacía o lugares comunes que revelan la levedad mental de la política tolimense. Para reiterar mi opinión replanteo mi teoría y por ello hoy admito que los políticos tolimenses sí han sido constructores, pero de distopía histórica, pues el Tolima inclusivo, moderno, próspero y con alta calidad de vida que los políticos prometieron, sobre todo en las últimas cuatro décadas, lograron concretarlo en pobreza, desempleo, marginación, exclusión y atraso progresivo.