Necesitamos un nuevo contrato social

Camilo Ernesto Ossa Bocanegra

No sobra recordar que, el tránsito de diferentes modelos de Estado, la construcción real de lo que hoy conocemos como democracia –considerando, o no, su (de)valuación-, el establecimiento del principio democrático, que es heredado del Estado Liberal, son caminos recorridos para llegar al Estado Social de Derecho, un modelo de Estado con prevalencia de la Constitución, donde el respeto a los derechos fundamentales es real y efectivo, sin excepción alguna, donde los gobernantes tienen plena sujeción a la Constitución y a la ley, donde es claro que la ciudadanía –hoy libre- es su verdadero gobernante y, por esa razón, somos nosotros quienes decidimos a quién entregarle, de forma provisional, la dirección del Estado y, en su caso, de las diferentes entidades territoriales.
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En Colombia y, en especial, en Ibagué, siempre debe sobresalir el respeto a la vida, también a los bienes públicos y privados –en eso no hay discusión-, pues esto no es “juego” –ni mucho menos una guerra- de buenos y malos, es una reivindicación por el respeto, promoción y garantía de derechos y libertades, donde se debe anteponer la no violencia como suprema dirección de cualquier manifestación y también de quien pretende apaciguarla. Garantizar estos principios fundamentales requiere ponerse en sintonía con la realidad del país y de quienes en él habitamos. Si bien fue la inequitativa reforma tributaria la gota que rebosó la copa, los problemas sociales y económicos del país son mucho más profundos y requieren en esencia, un nuevo contrato social que nos permita avanzar como sociedad, alcanzar la equidad, pero sobre todo, que nos permita romper el círculo vicioso de la pobreza, con una inclusión efectiva que nos lleve a alcanzar el desarrollo económico sostenible.

Lograr este nuevo contrato social, que necesita Colombia, requiere que el presidente Iván Duque abra el diálogo con los actores sociales que verdaderamente representan el paro nacional, más no con actores políticos, pues hoy día son aquellos y no estos, quienes representan el sentir y el clamor popular, están en las calles reclamando, con toda razón y el derecho a hacerlo, condiciones dignas en empleo, educación, salud y una clara manifestación por el agotamiento ciudadano producto del Covid-19, que ha ahondado las inequidades sociales y, por supuesto, la crisis económica, y ni qué decir de la lentitud del plan nacional de vacunación que se adelanta en el país, algo que además, es clave para lograr la reactivación económica.

Son todos estos ingredientes –y tal vez muchos más- los que han propiciado la participación activa de los jóvenes, gestores y actores culturales, profesionales de la salud, transportadores, profesores, empresarios, profesionales y ciudadanos en general, solo por mencionar algunos, quienes han decidido salir a la calle, pero, con un ingrediente disruptivo en la actualidad, ha sido la manifestación de los jóvenes del país, quienes se sumaron al Comité Nacional de Paro, los que han ocasionado una coyuntura crítica y circunstancial que envía un claro mensaje al Gobierno nacional y, de paso, a los gobiernos locales, del descontento generalizado con las políticas que han regido a este grupo poblacional, pues se requieren oportunidades –educación y trabajo- para ellos, que les permita tener una evolución incremental en su desarrollo personal y profesional y aportar así al desarrollo económico y social nacional. Lo que se siente hoy, es que el cambio es imparable.

CAMILO OSSA

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