A retomar el camino

Camilo Ernesto Ossa Bocanegra

¿En qué momento dejó el Tolima de ser protagonista en la política nacional? El Tolima tiene en su historia y orgullo a uno de los grandes reformadores del siglo pasado, como lo fue Alfonso López Pumarejo, quien en compañía de otro grande tolimense, Darío Echandía, fueron promotores y propulsores de la “Revolución en Marcha”, la cual, entre otras, dio vida a la gran reforma de 1936, donde se introdujo el concepto de función social de la propiedad, la intervención estatal para racionalizar la economía, el reconocimiento de los derechos de segunda generación (económicos y sociales principalmente) y la modernización del Estado. Fue Echandía, desde ese entonces, quien incluyó el concepto de Estado Social de Derecho.
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Alfonso Reyes Echandía, expresidente de la Corte Suprema de Justicia, también tolimense (chaparruluno), asesinado en la toma del Palacio de Justicia de 1985, quien le da otra dimensión al derecho y a la justicia, plasmados en el Código Penal de 1980. Solo por mencionar unos nombres, porque son muchos más, quienes han contribuido, desde esta tierra, al desarrollo de la Nación.

La elección del Congreso de la República, a poco menos de dos meses, supone hoy un punto de quiebre en el panorama actual de la representatividad nacional como región. Pues más allá de la imperiosa necesidad de elegir y aumentar el número de senadores tolimenses, con una visión clara de país, desde la región, está la obligación de impulsar los nuevos liderazgos del departamento que, a hoy, están atascados por el cacicazgo y la malsana costumbre de “jefes” que se consume en la mecánica electoral, el quantum de los votos, el vasallaje o impulsar liderazgos advenedizos que poco o nada le dicen al Tolima como región (desarrollo) y que en conjunto obstruyen el proceso de formación del relevo generacional. O, acaso, ¿dónde están los actuales y recientes congresistas incidiendo en el proceso de construcción regional en el resto del país? ¡Pilas jóvenes!

Volver a las épocas de los grandes reformistas del siglo pasado y recuperar el rumbo, está en desatascar una nueva generación de tolimenses que entienden que, los hechos que se gestaron en ese entonces, partían de la participación regional, amplia, asociativa, en busca de consolidar liderazgos que impacten en la vida nacional.

Esto se hace con ideas colectivas que nazcan de la región, pero con visión de país y con conocimiento, de lo contrario se estaría construyendo un “discurso” acéfalo, carente de realidad local y estéril, lleno de zonas comunes que poco o nada coinciden con las exigencias actuales de la ciudadanía (como muchos que se leen y se escuchan por ahí).

 Son discursos que, como diría Fernando Hinestrosa, (quien no era tolimense, pero incidió en la formación de muchos) “emulan al gato pedantísimo”, empeñados en confundir más que en convencer, donde “se generaliza un modo de expresión críptico, mañoso y amañado, inaccesible al común de las gentes, que unos cuantos exhiben, ansiosos de adquirir reputación de filósofos o letrados”, pero desconectados con la realidad y que en nada resuelven los problemas que son de fondo y se reclaman como urgentes, en un mundo globalizado y con traumas territoriales. El reto no es de poca monta y supone la importancia de retomar el camino para sentar las bases de la participación tolimense durante los próximos 20 años

Camilo Ernesto Ossa

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