PUBLICIDAD
Qué le vamos a hacer. Estamos en la época de la Post-verdad. Oxford, - según la BBC- define esta situación como el fenómeno que se produce “cuando los hechos objetivos, tienen menos influencia en definir la opinión pública que los que apelan a la emoción y a las creencias personales”.
De verdad, ¿podemos admitir, así de simple, que en la tragedia de Armero, se “perdieron” quinientos niños? Robarse un niño, ¿puede ser como hurtarse una joya o cualquier objeto, que simplemente pueda ser escondido en algún lugar? De ninguna manera. Se requieren muchos cómplices porque es una personita que necesita cuidarse.
Para secuestrar quinientos niños, se necesita de una verdadera estructura criminal, con jerarquía de mando y división del trabajo. ¿Y, en el Tolima y en el país nadie se dio cuenta de ello? El señor González, no nos dice nada del modus operandi de esta organización, ni de sus responsables.
En Argentina sí existió esa estructura criminal. Fue la oprobiosa Junta Militar liderada por Rafael Videla, que contaba con todos los recursos para incurrir en este horror, en tanto era una estructura organizada de poder. Allí sí se sustrajeron, sistemáticamente, gran cantidad de bebés de los opositores políticos. De todos ellos se han recuperado alrededor de ciento treinta y seis. Fue un crimen de lesa humanidad.
En Armero no hubo niños robados. No se dieron crímenes de lesa humanidad. Fue una espantosa tragedia. De lo contrario, ya se hubiese conocido, de alguna manera, quienes fueron los culpables y se hubiera establecido irrefutablemente su origen. No hay ninguna prueba. No se ha comprobado un solo caso. Ni se comprobará.
No olvidemos que el alcalde del momento, Rafael Horacio Ruiz Navarro, dio cuenta de la trágica cifra de 18.200 cadáveres, enterrados en fosas comunes, sin identificación, muchos ellos infantes.
También es absolutamente falso que se hubiesen dado adopciones masivas de niños de Armero; la mayoría de ellos fueron ubicados con su familia extensa. Las adopciones fueron menos de diez a familias colombianas.
Entendemos el dolor profundo de quienes perdieron a sus niños; que se aferren a una imagen o una narrativa, que les permita soñar que están vivos. Pero, por otra parte, rechazamos a quienes respondiendo a otros intereses, aprovechen este dolor para distorsionar gravemente la verdad.
Comentarios