¿Hacia dónde va la economía?

Carlos Gustavo Cano

El departamento de Estudios Económicos de Bancolombia presentó una proyección sobre los escenarios más probables de la recuperación del aparato productivo, donde se señala que para volver al nivel del producto interno (PIB) por habitante que se observaba justo antes del inicio de la pandemia, transcurrirán entre 2 y 5.2 años.
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No es para menos. El impacto negativo de este flagelo, originado en un microbio desconocido por la humanidad, semejante a una invasión de extraterrestres, ha sido el más profundo desde que existen las cuentas nacionales. Y no sólo en Colombia, sino en todo el planeta. Un indicador irrefutable de la incertidumbre mundial, es el precio del oro, que en agosto llegó a un récord 2,073 dólares la onza, el ‘activo refugio’ por excelencia para los inversionistas que no saben dónde más colocar sus recursos. Hasta el célebre potentado norteamericano Warren Buffett, quien antes se burlaba de aquellos que seguían ese patrón, presa de su propia incertidumbre cayó en las garras del metal, al haber adquirido una participación de 565 millones de dólares en la firma Barrick Gold, la segunda minera de oro más grande del mundo, según información del diario Financial Times.

Volviendo a Colombia, los más recientes pronósticos apuntan a una contracción de la economía del orden del 10 por ciento en 2020, una situación jamás antes vista; un déficit fiscal de magnitud similar; y una tasa de desempleo encaminándose hacia el 25 por ciento, que excluye el llamado desempleo oculto o por ‘desaliento’, el cual corresponde a la porción de personas que dejan de buscar ocupación por considerar que no existen por lo pronto las oportunidades para conseguirla. Ante semejante debacle, las autoridades han reaccionado en la dirección correcta, en la medida en que está a su alcance. Empezando por el Banco de la República, que no ha dejado de velar por garantizar liquidez suficiente para el sistema financiero, reduciendo su tasa de interés de referencia de manera muy significativa, desde 4.25 por ciento en marzo pasado al 1.75 por ciento en la última reunión de su Junta.

En términos reales, es decir descontando la inflación, dicha tasa se ha tornado negativa, algo sin precedentes en nuestra historia. Y, de otra parte, gestionó la ampliación de la línea de crédito flexible con el Fondo Monetario Internacional (FMI) a la suma de 17.300 millones de dólares, de la que solicitará un primer desembolso de 5.300 millones con destino al alivio de la enorme presión sobre las finanzas públicas ocasionada por la pandemia, y de paso evitar el freno de las inversiones públicas en infraestructura y subsidios a la vivienda, al consumo y al crédito, como una prioridad inaplazable de cara a la reactivación económica y a la recuperación, así sea parcial, de los centenares de miles de empleos perdidos. En fin, sin sonrojarnos, debemos revivir las doctrinas de Keynes de inmediato: gastar, gastar y gastar, así tengamos que endeudarnos, endeudarnos y endeudarnos.

*Profesor de la Universidad de los Andes, director de Ecopetrol, exdirector del Banco de la República y ex ministro de Agricultura.

CARLOS GUSTAVO CANO

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