Superchería, una falsa salida

Carmen Inés Cruz Betancourt

Cuando todo se ha intentado y nada funciona queda el recurso de acudir a la brujería y a los sortilegios. Esa parece ser la explicación de los numerosos avisos de ese tipo que se observan en los periódicos.
PUBLICIDAD

Los escépticos de esos artificios, encontramos sorprendente que cuando avanza el siglo XXI aún haya personas ingenuas que crean en ese tipo de supercherías. Y es que no se le puede llamar de otra manera a ofertas que prometen: “Ganar el chance a la fija, sacar guacas, salir de deudas, dominio de por vida de la pareja sin ser obligada ni causarle daño, mostrar el rostro del enemigo e identificar el mal que le afecta, abrir camino para los negocios y despojos espirituales, sanación física y espiritual; dominar en 33 minutos al ser amado, devolverlo arrepentido y pidiendo perdón arrodillado, doblegar, dominar y desesperar al ser amado, sin importar sexo ni distancia, pactos para el dinero y el amor”. También ofrecen lectura de la mano, el tarot y las cartas. Algunos se identifican con santos, templos y brujos; además, ofrecen “testimonios que hablan por sí solos” y resultados 100% garantizado.

Experiencias relatadas por personas que lo han intentado dan cuenta de que, en general se trata de actividades de rebusque de personas “ingeniosas, creativas, muy vivas y con mucha labia”. Pocos dan la dirección de sus “consultorios” que seguramente son escenarios que delatan condiciones de pobreza, así que la mayoría se limita a dar números de celular y atienden las consultas por esa vía, inclusive desde el Putumayo y la Guajira. Y se puede anticipar que ellos mismos jamás se han ganado un chance ni han sacado una guaca pero, en un acto de generosidad extrema ofrecen conseguirlo para otros.

Ahora bien, desde la perspectiva de los “clientes” la persistencia de los avisos refleja que existe la demanda y aquí surge la necesidad de estudios serios que debería acometer la academia. Entre tanto, cabe la hipótesis de que a ellos acuden algunos curiosos pero, principalmente estamentos de población de menores ingresos y menores niveles educativos, independiente de que sean practicantes de una u otra religión, que asistan a templos, a ceremonias religiosas y oren a los santos de su preferencia. Tal parece que llevados por la desesperación muchos continúan creyendo en brujos y supercherías y a ellos se aferran antes de renunciar al sueño de superar problemas afectivos, de salud y carencias económicas severas. De otro lado, parece usual que lo hacen en secreto porque les da algo de vergüenza que alguien le diga: ¿Cómo así, usted aún cree en esas tonterías?. Muy posiblemente su idea era contar cuando pudiera anunciar el resultado positivo que esperaba obtener y que nunca llegó, así que eventualmente revele ese secreto mucho tiempo después y admita que fue muy ingenuo, los engañaron, y sin derecho a reclamar porque la garantía se queda en el aviso y tal parece que no se aplica lo de “publicidad engañosa”.

Aquellos “tratamientos” con frecuencia implican el pago de sucesivas consultas, la adquisición de amuletos, contras y mantras y hasta el consumo de menjurjes milagrosos y eventualmente nocivos; en ocasiones incluyen estafas y presiones de muy diverso orden. De eso se ha visto mucho en los medios de comunicación, pero los ingenuos persisten. Peor aún, este es uno de los “negocios de rebusque” que pudiera crecer en forma abrumadora en las circunstancias actuales de crisis económica generada por la pandemia que conlleva creciente pobreza, desempleo y violencia y con ello ansiedad y desesperación. En ese escenario mucho podría ayudar el acompañamiento de psicólogos y trabajadores sociales, que infortunadamente no son servicios profesionales accesibles para aquella población. Queda entonces, llamar la atención sobre la necesidad de tomar conciencia de que esas promesas de milagros al instante son estrategias de rebuscadores y farsantes que no resuelven sus problemas y, por el contrario, pueden agudizar su angustia, además de arrebatarle unos pesos que necesitan para atender necesidades inminentes.

CARMEN INÉS CRUZ

Comentarios