Enemigo equivocado

César Picón

Siempre se ha dicho que mientras la derecha de este país se organiza fácilmente para competir por el poder, los sectores de centro, izquierda y los alternativos acostumbran a enfrascarse en peleas banales y pocas veces terminan poniéndose de acuerdo para dar una lucha unificada. Desafortunadamente, eso está pasando.
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Un ejemplo claro y reciente fue la entrevista a Antanas Mockus que la revista Semana publicó el sábado. Gustavo Bolívar, alfil del progresismo, salió con una feroz crítica al “centro” con motivo que el profesor dijo que “Duque lo ha hecho mejor de lo que esperaba” (quizá su expectativa era demasiado baja), dejando a un lado que dentro de la misma entrevista el segundo senador más votado en las pasadas elecciones también pidió que Gustavo Petro fuera incluido dentro de la coalición que está construyendo el Partido Verde junto con otros sectores alternativos. Lo mismo ha pasado con Juanita Goebertus a quien no le han rebajado que en 2019 hubiera dicho que las condiciones de seguridad en el país habían mejorado durante el gobierno de Uribe.

Por su parte, los que avanzan en la “Coalición de la Esperanza”, que son la Alianza Verde, Fajardo, Cristo, De la Calle, Galán, Jorge Enrique y Ángela María Robledo, tienen vetado a Petro con la excusa que “representa un extremo” y ni se han inmutado por establecer puentes formales con el Partido Liberal que no solo tiene una fuerza política y electoral importante sino que persigue ideales y propósitos símiles. Ellos -la naciente Coalición- normalmente no lanzan ataques viscerales pero sí excluyen y estigmatizan y eso es igual o peor de inconveniente.

Entre tanto, algunos petristas irascibles y desorientados atacan sin cesar la coalición de centro y la acusan de ser una estrategia para dividir y facilitar la permanencia en el poder de la derecha. Atacan todo lo que se mueva en dirección distinta a su orilla política. Tibios es el calificativo más generoso que usan. Hasta a Alejandro Gaviria, quien siempre ha dicho no estar interesado en participar en la contienda presidencial, ya le han mostrado parte del repertorio que le espera si algún día decide dar el sí.

Es claro que algunos de los llamados a ser aliados para consolidar una fuerza política poderosa que le gane al uribismo y emprenda reformas estructurales en el país, frecuentemente se equivocan de enemigo. Hay que tener claro que el objetivo a derrotar es el fascismo, el autoritarismo y en últimas el neoliberalismo que no deja avanzar hacia el ideal de país que compartimos.

Tampoco se trata de llegar al unanimismo. Dentro de todo colectivo son válidas las distintas formas de ver y entender el mundo. Lo que conviene es que las diferencias no se tramiten de manera hostil y muchas veces despiadada, para evitar que se vuelvan irreconciliables. Hay que ponerse de “acuerdo sobre lo fundamental” y construir una convergencia a partir de las diferencias.

La unión es necesaria, en primera vuelta, preferiblemente, en segunda si es que toca. Pero que a esas alturas no se llegue con una centro izquierda con heridas insanables infligidas por sus propios miembros.

Nota: El título de esta columna lo tomo prestado de un escrito que leí el año pasado, no obstante, nada tenía que ver con lo aquí expuesto. 

CESAR PICÓN

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