En modo futuro

César Picón

Petro levantó tremenda polvareda con la propuesta de frenar la exploración petrolera en Colombia. Sin duda una decisión de ese tamaño, que comprometería el principal producto de exportación y por ende una porción considerable de los dólares que ingresan al país, genera preocupación e incertidumbre y aviva un debate válido y necesario en un país que tradicionalmente ha sido dependiente de las exportaciones de combustibles fósiles.
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Si bien les cabe toda la razón a quienes han dicho que la transición hacia una economía descarbonizada no puede hacerse de la noche a la mañana sino que debe responder a un plan bien diseñado que evite un violento choque económico que cause más problemas que beneficios, hay suficientes razones para no seguir aplazando (como hasta ahora) el inicio del fin de la era del petróleo y el carbón.

Echar a andar una política bien estructurada para cambiar la matriz energética del país y superar en el menor tiempo posible la dependencia económica de las exportaciones de los combustibles provocadores del cambio climático, es lo mas visionario que pudiera hacer un gobierno:

El petróleo (23% de las exportaciones) cada vez vale menos y se depreciará a un ritmo acelerado cuando su demanda disminuya como producto de los cambios en las tecnologías y los modos de producción y de vida. Para el año 2035 dejarán de venderse vehículos de combustión en los principales mercados del mundo y para 2040 en todo el planeta (logro de la cumbre de Glasgow), luego no habrá interés por la gasolina y el diésel, al menos para la movilidad motorizada.

Si las personas y empresas (unos con mas afán que otros) avanzan en la implementación de energías limpias para sus casas e industrias y se prevé que en el corto plazo sean mas los incentivos para promover ese objetivo, pronto habrá menos termoeléctricas interesadas en el carbón de Colombia y menos fabricantes de equipos industriales produciendo motores de combustión interna.

La industria extractiva es intensiva en capital pero no en mano de obra, genera menos del 1% de los empleos, por lo que lograr desarrollar otros sectores de la economía que generen mayores encadenamientos productivos y mas trabajo, sería una decisión razonable en un país que mantiene tasas de desempleo de dos dígitos y un altísimo nivel de informalidad. La agroindustria y el turismo podrían ser las estrellas económicas.

Aunque Colombia no es siquiera importante en la generación de gases efecto invernadero, podría convertirse en un referente latinoamericano en la lucha contra el cambio climático si adopta decisiones de fondo. Eso podría significar nuevas oportunidades de negocios en una economía mundial que buscará afanosamente alternativas productivas compatibles con las necesidades climáticas. Se trata de aprovechar la coyuntura para medírsele a generar un cambio estructural en la economía que vaya olvidando la producción bruta de combustibles fósiles que tiene en riesgo la vida en el planeta, y pase a privilegiar sectores productivos en el que su insumo fundamental sea el conocimiento, la innovación, la información y las nuevas tecnologías.

Es dejar de aferrarnos a la vieja y depreciada economía extractiva para ponernos en modo futuro.

 

CÉSAR PICÓN

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