Esas raras enfermedades sabaneras

Fuad Gonzalo Chacón

Colombia en escasas ocasiones ha sido protagonista de grandes descubrimientos médicos que le pongan a la vanguardia mundial en el universo de los galenos. Un par de avances cardiacos, el desentrañamiento cerebral de Llinás y la vacuna definitiva contra la malaria que nos han prometido desde hace décadas son quizása grandes rasgos las proezas científicas por las que podemos inflar el pecho de orgullo.

Pero este historial de victorias inconclusas está por cambiar gracias a un respetado instituto de investigación médica universitaria que esta semana desde lo profundo de la capital del país ha hecho el anuncio más importante de esta era: La homosexualidad es una patología.

Y es que nadie se imaginó que una inocente solicitud de un concepto por parte de la Corte Constitucional a esta entidad para decidir sobre la adopción de parejas homosexuales desembocaría en el hallazgo que de seguro partirá en dos la historia de las ciencias de la salud.

“Las personas homosexuales y lesbianas merecen nuestro respeto como personas, pero hay que señalar que su comportamiento se aparta de lo común, lo que constituye de alguna manera una enfermedad”, sabias palabras textuales extraídas del documento radicado ante la Corte que deberían grabarse en la placa del premio Nobel que muy seguramente en diciembre nos concederá el Instituto Karolinska de Suecia por este aporte magno que le estamos haciendo a la humanidad.

Con la inequívoca demostración hecha por nuestros incólumes servidores de la ciencia a lo largo de sus cuatro contundentes páginas de argumentación es claro que la Organización Mundial de la Salud cometió una crasa equivocación al excluir a la homosexualidad de la lista de enfermedades psiquiátricas en 1990, pero qué bueno que han llegado estos guardianes del caduceo para corregir el yerro y dejar en alto el pabellón nacional ante el planeta entero.

Identificado el mal es hora de buscarle una cura inmediata, para evitar una infestación que propague los contagios. Dejemos de preocuparnos por el Chikunguña y demás inventos de alquimia para exigirle al Gobierno que invierta la mayor cantidad de recursos posibles al grupo investigativo de estos preclaros hombres y mujeres, solo ellos pueden actualizar el vademécum con la nueva generación de antídotos.

Electrochoques, lobotomías o el remedio casero de llevar al paciente enfermo de homosexualismo en busca de un amor rentado para que lo devuelva a la senda, solo es que nos iluminen con su gran sapiencia y pondremos a servicio del mundo el tratamiento que nos señalen. Podríamos ser una potencia en el campo, las posibilidades son infinitas.

Esas raras enfermedades sabaneras, en las cuales los prejuiciosse disfrazan de ciencia para arrojar resultados inverosímiles escudándose tras el nombre del método baconiano. Conclusiones de este absurdo calado no serían tan peligrosas de no ser porque la firma de las mismas traela seria intención de convertirla en jurisprudencia del tribunal más poderoso de Colombia.

Un propósito nocivo que constituiría una bochornosa mancha en nuestra historia constitucional, la misma que nos ha enseñado que no porque algo se aparte de lo común es una enfermedad.

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