Los dueños de la tinta

La reciente adquisición de Simon & Schuster (S&S) por parte de Kolhberg Kravis Robert (KKR) pasó inexplicablemente desapercibida para la relevancia cultural que dicha operación encarna en nuestro universo literario.

El barullo del brillibrilli digital

Hace ya casi una década de aquella mañana en que vi mi primer Van Gogh, “El Café de Noche”, en la galería de arte de la Universidad de Yale. Fui temprano, entre semana y durante la época de exámenes para evitar las aglomeraciones de curiosos, cuyo interés por la obra se había revitalizado hacía pocas semanas tras la limpia victoria del equipo jurídico de la universidad ante la Corte Distrital de Connecticut en el caso Yale v. Konowaloff, donde el bisnieto de un oligarca ruso reclamaba una cuantiosa indemnización alegando que Yale había adquirido el cuadro de forma irregular, pues este había sido expoliado por Lenin a su familia durante la revolución bolchevique. Mi plan funcionó y pude disfrutar de aquellos trazos sumergido en el silencio ceremonial de los museos.

Escrito en las estrellas

Mientras usted lee estas líneas, en el “Astrophysical Journal”, publicado por el prestigioso Instituto de Física de Londres, artículo tras artículo se libra una intensa batalla entre dos facciones de la élite científica planetaria cuyo resultado definirá la línea de investigación que seguirá la humanidad en su ambición por desentrañar los misterios del cosmos. La resistencia está comandada por el mediático Avi Loeb, quien no solo ostenta el récord como el decano más longevo de la Facultad de Astronomía de Harvard, sino que también es el único astrofísico de quilates que ha manifestado abiertamente al público su plena convicción de que no estamos solos en el universo. El otro bando, como era de esperarse, lo integran todos sus demás colegas, entre indignados y molestos.

El coloso ignorado

Hace poco más de un año, el jurado del prestigioso International Booker Prize no tuvo más remedio que rendirse sin resistencia ante la mastodóntica obra de Geetanjali Shree titulada “Tomb of Sand”, un volumétrico teseracto de 700 páginas protagonizado por la octogenaria Ma y en el que su autora hizo absolutamente todo lo que le vino en gana. Empezando como una anciana inválida que no quería levantarse del sofá, el lector asiste a la espectacular transformación de Ma, quien tendrá tiempo para reivindicar su lado más feminista, alzar su voz contra el calentamiento global y poner en perspectiva lo absurdo del conflicto indio-pakistaní. Todo esto frente a la incrédula resistencia de los miembros de su familia, quienes, salvo por su hija Beti y su amiga transgénero Rosie Bua, no entienden por qué su madre insiste en no marchitarse en silencio.

Verdades como balazos

El detalle que más me sorprendió de Paul Auster aquella noche que lo conocí en el Symphony Space de Nueva York es algo tan absurdo que hasta me da vergüenza contarlo: era tal cual como se le ve en las fotos, y no hablo de su apariencia, sino de la esencia de la persona que evocan sus instantáneas.

Su auténtica misión imposible

Aprovechando que el calor apocalíptico que azota con inquina a Europa había remitido esa noche, el público se arremolinó frente a la gran pantalla con sus crispetas patrocinadas y sus audífonos bilingües de luces siderales con bloqueo de ruido para la proyección de “Misión Imposible – Sentencia Mortal” en el festival “La Estival”. Y en la mitad de aquel barullo, mi novia y yo, esperando que las luces se apagaran para cumplir nuestra cita con Tom Cruise, no sólo porque nos protegería de la amenaza de turno que podría destruir la civilización occidental, sino porque sabíamos que, fuera de cámara, está embarcado en su auténtica misión imposible: salvar a Hollywood.

Barrio de pillos

Paradójicamente, para cualquier autor ganar el premio Pulitzer de ficción es, al mismo tiempo, un honor por el reconocimiento a la obra que acaban de terminar y una maldición instantánea para la siguiente que tienen que comenzar.

UNA ATÍPICA EXCEPCIÓN

Revisando el listado de los ganadores del Premio Nobel de Literatura es posible encontrar algunos mínimos comunes denominadores en los estilos literarios de los galardonados que nos permiten esbozar la ratio decidendi que la Academia Sueca implementa a la hora de fallar. De estas, es fácil desprender algunas evidentes a simple vista, como su predominante favoritismo por la narrativa en detrimento de otros géneros o la, con suerte ahora cambiante, tendencia de preferir a las plumas masculinas de Estados Unidos y Europa por sobre el resto del planeta. Pero hay una línea roja que en Estocolmo parecen no querer cruzar: premiar a la literatura fantástica y, por ello, el caso de Kazuo Ishiguro es tan particular.

UNA ATÍPICA EXCEPCIÓN

Revisando el listado de los ganadores del Premio Nobel de Literatura es posible encontrar algunos mínimos comunes denominadores en los estilos literarios de los galardonados que nos permiten esbozar la ratio decidendi que la Academia Sueca implementa a la hora de fallar. De estas, es fácil desprender algunas evidentes a simple vista, como su predominante favoritismo por la narrativa en detrimento de otros géneros o la, con suerte ahora cambiante, tendencia de preferir a las plumas masculinas de Estados Unidos y Europa por sobre el resto del planeta. Pero hay una línea roja que en Estocolmo parecen no querer cruzar: premiar a la literatura fantástica y, por ello, el caso de Kazuo Ishiguro es tan particular.

Empatados a un tanto

El nombre de Ottessa Moshfegh bien podría engañarnos al evocar en nuestras mentes a la literatura visceral de los Balcanes o las letras bucólicas de la septentrional Finlandia. Más aún, muy seguramente nadie en su primer intento podría adivinar que ella, una de las nuevas voces que mayor expectativa genera entre la crítica global, ha nacido no muy lejos de nosotros, en la urbanita Boston. Yo, como parte de mi cruzada personal por explorar la tradición narrativa moderna de la tan desconocida Europa del Este, también caí en este ardid lingüístico-geográfico y los resultados me tienen tan perturbado como suficientemente interesado como para darle otra oportunidad.