La mala hora de los constructores

Columnista Invitado

De un tiempo para acá no hay mes que pase sin que el sector de la construcción sea el protagonista de noticias, y no precisamente buenas para la economía colombiana, justamente en un momento histórico en donde uno de los mayores atrasos se presenta en la economía tiene que ver con la infraestructura. No hay que volver a tratar el tema de Comsa que dejó varada la carretera del Magdalena Medio por más de una década (hoy Ruta del Sol); ni tampoco retomar los escándalos de los hermanos Nule en la Avenida Eldorado; ni vale la pena hacer arqueología en todo el país de grandes elefantes blancos, edificios mal terminados, puentes deficientes, túneles sin las especificaciones globales y toda una suerte de defectos que nos mantienen anclados en el subdesarrollo.

Ahora se suman nuevos escándalos como el edificio CDO en Medellín construido paradójicamente por el presidente honorario de la Sociedad de Ingenieros de Antioquia; las obras del túnel de La Línea contratadas ‘llave en mano’ durante la cartera de Transporte de Andrés Uriel Gallego, y la caída de un puente peatonal en la neurálgica Carrera 11 de Bogotá. Algo huele mal en el sector de la construcción y tiene que ver con la esencia misma del negocio que muchas veces hemos denunciado. Tiene que ver con el extravío de los objetivos mismos de una buena empresa constructora como es hacer bien las cosas para el disfrute de la sociedad. Son muchos los casos denunciados en donde a la firma constructora la importa más la consecución de recursos públicos, vía tribunales, que por el camino de las obras civiles de alta calidad. Y eso se refleja en que hay más abogados estructurando licitaciones y tribunales de arbitramento que ingenieros civiles en las firmas de renombre que se ganan todos los negocios.

Este gran pecado, que es el origen de la mala hora que viven los constructores, es que su meta es ganar con verdades a medias las licitaciones y concursos, con precios muy bajos y posteriormente cambiar los planos, pedir más dinero y demandar al Estado. No es sino mirar que en todos los grandes escándalos quienes salen a dar explicaciones son los abogados no los constructores. Es el momento de pensar en los códigos éticos al interior de las firmas constructoras para que no se sigan presentando casos como el que hoy vivimos con el Túnel de La Línea y el puente de la 11. Y a los funcionarios de turno que deben adjudicar las obras vale la pena recordarles que ‘todo lo barato sale caro’. Hay licitaciones en donde no puede adjudicarse al que menos cobre, pues está demostrado que solo buscan quedarse con el dinero público y llevar la contratación a los tribunales. Realmente atravesamos por un muy mal momento en el sector de la construcción, en términos de responsabilidad social.

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