Engañando al pueblo con promesas de prisión perpetua: I

Columnista Invitado

Hemos iniciado el fin del abuso sexual contra mujeres, niños y niñas. Este fue el grito de victoria de quien promovió la cadena perpetua cuando el Senado terminó la aprobación de esta pena demagógica, cruel y degradante esta semana, con el que se exalta la violencia del Estado contra “la maldad”. Pero este personaje más bien debería haber dicho: he iniciado la campaña política para llegar a órganos de elección popular instrumentalizando el dolor que produce el abuso sexual contra seres indefensos.
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En la literatura internacional especializada al populismo, demagogia o politiquería punitiva se le conoce como “Governing Through Crime”, es decir, gobernar o ganar respaldo manipulando el miedo de la población al delito y ofreciendo como remedio las penas más altas posibles. Este engaño ha sido la constante en nuestro país a pesar de que el Instituto de Medicina Legal ha demostrado que el aumento constante de penas no ha detenido el abuso contra mujeres, niños y niñas. Tomando como referencia solo las dos últimas décadas tenemos: en 2004 con la Ley 890 se aumentó la pena a todos los delitos de una tercera parte en el mínimo y la mitad en el máximo; en 2008 con la ley 1236 se volvieron a aumentar las penas para los llamados delitos sexuales en 12 años la mínima y 20 la máxima; en 2015 se aprobó la ley 1761 que contempló el “feminicidio” con una nueva de pena de 20,8 años en el mínimo y 41,6 en el máximo, ilusionando y engañando a las mujeres con que por fin se lograría la igualdad de género, y así sucesivamente.

¿Cuál ha sido el resultado de este constante aumento punitivo como fórmula para ofrecer respeto a los derechos de las mujeres y la infancia?: Que el abuso contra ellas y ellos ha aumentado independientemente de esta política demagógica. Por ejemplo, mientras en 2006 los llamados delitos sexuales eran oficialmente 19.592, en 2015 habían aumentado a 22.155 porque la cultura patriarcal que los incentiva en el país, seguía intacta. Y lo peor es que los autores que han cometido estos delitos se encontraban en casa de la víctima y por eso oficialmente se registra que quienes los cometen son un familiar en 42%, mientras sólo en un 10% fue un conocido, o en un 8% la pareja o expareja; y es también por ello que el lugar de los hechos ha sido en el 78% de casos la propia vivienda y sólo en un 10% en vías o espacios públicos. 

Las cifras de la violencia sexual durante la pandemia que padecemos, contra mujeres, adultos mayores, niños y niñas tampoco registra un cambio favorable a las víctimas gracias a las penas: Mientras en abril hubo 283 víctimas niños y niñas, en mayo la cifra ascendió a 416; mientras en abril hubo 1 víctima adulto mayor, en mayo ascendió la cifra a 5 (1 hombre y 4 mujeres). Mientras en los primeros 5 meses de 2019 la violencia intrafamiliar contra las mujeres fue de 45.3%, para el mismo período de 2020 la misma violencia contra ellas aumentó al 57%. No por nada el Senador que promovió esta escalada punitiva desde el comienzo hace 15 años, en el debate de la cadena perpetua honestamente reconoció el fracaso y está arrepentido, y por eso fue de los que votó en contra de la nueva pena.

Durante los debates en el Congreso no hubo una sola Universidad o Centro de investigación científica que apoyara la cadena perpetua que entraría a regir  si la Corte Constitucional no declara inexequible la reforma aprobada, que es lo más probable. Y la reacción a los argumentos de la Inteligencia fue: nosotros respondemos al pueblo que nos eligió. Efectivamente, a los que ofrecen solo penas a la conflictividad social no les importan las investigaciones ni los argumentos que desde fines de 1700-cuando comienza a estructurarse la justicia penal que nos rige-  nos han dejado Beccaria, Roxin o  Ferrajoli, quienes no se han cansado de demostrar que no son las penas largas y degradantes las que combaten la criminalidad si continúa intacta la disfuncionalidad estructural y la cultura patriarcal de dominación de adultos sobre niños y niñas y de hombres sobre mujeres, que es el caldo de cultivo que reproduce los abusos sexuales.      

 

MAURICIO MARTÍNEZ

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