Ocio y desigualdades

Columnista Invitado

En Colombia vivimos desigualdades de todo tipo, de ingresos, de oportunidades, y también de acceso a cosas tan esenciales como tiempo para el ocio. Por ocio nos referimos al tiempo libre o de descanso que tenemos las personas para realizar actividades de nuestra elección y agrado, contribuyendo a nuestra salud mental y desarrollo personal, sin tener un fin monetario. Aunque todos deberíamos tener derecho al tiempo de ocio, en la práctica, nuestras posibilidades de acceder a éste dependen de factores como nuestro nivel de ingresos o el género que tenemos.
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Por eso, desde Re-imaginemos, un proyecto reflexiona sobre 30 diferentes formas de desigualdad en Colombia, estamos discutiendo sobre desigualdades y ocio. El proyecto se basa en un diálogo entre más de 150 jóvenes académicos, activistas, artistas, entre otros diversos perfiles. Esta columna es el resultado del diálogo de saberes # 1 de Re-imaginemos, en el cual participaron cinco co-creadores: Angélica Pulido, artista y docente de Bogotá; Silvia Ramírez, antropóloga y música de Santander; Valentina Robayo, música y estudiante de Boyacá; Maria Fernanda Gómez, economista e investigadora de Bogotá; y Jonathan Pinilla, músico y docente de Boyacá. Aquí compartimos las principales reflexiones de este diálogo.

 

El ocio: un espacio relegado y desigual

Los humanos de la sociedad moderna sobrevaloramos el tiempo que dedicamos al trabajo y subvaloramos el tiempo que dedicamos al ocio, el cual consideramos como un tiempo “improductivo”  y sobrante, es decir, como el número de horas “no trabajables”. No solemos cuestionarnos sobre cómo usamos o deberíamos usar nuestro tiempo de ocio , sobre cómo éste aporta a nuestro desarrollo personal, ni sobre qué desigualdades existen alrededor de este.

Pero ¿por qué debería importar el ocio? El tiempo de ocio es deseable en la medida en que permite la expansión de libertades y el desarrollo del potencial de cada persona de acuerdos a sus necesidades e intereses. Es un tiempo necesario para tener una vida más balanceada y placentera. De hecho, aunque muchos no lo sepamos, desde 1948 el disfrute del tiempo libre está consagrado como un derecho en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. La Constitución colombiana también establece el derecho “a la recreación, a la práctica del deporte y al aprovechamiento del tiempo libre” . 

Sin embargo, pese a ser un derecho, muchos colombianos no tenemos acceso a tiempo de ocio, sobre todo los colombianos de menores ingresos. Por ejemplo, en Bogotá, el 36% de las personas de estratos más bajos no accede a ninguna actividad cultural (cine, museos, teatros) en todo el año. Otra cifra que refleja la desigualdad es que mientras el 40% de personas de estratos altos practica algún deporte, solo el 20% de las personas de los estratos más bajos lo hace .

El acceso desigual al ocio se debe, en buena medida, a la falta de tiempo libre resultante de las largas jornadas de trabajo que enfrentan, sobre todo, las personas de menores ingresos. Los colombianos trabajamos 8 horas más a la semana que el promedio mundial de 40 horas ,  y los trabajadores informales del país trabajan 20,6 horas adicionales, para un total de 60,6 horas a la semana. Como resultado de esto, 12,7% de las colombianas y 8,1% de los colombianos se consideran pobres de tiempo . La mayor proporción de pobreza de tiempo en las mujeres se debe en buena parte a la desproporcionada carga de labores de cuidado que asumimos (mientras que los hombres dedican 5,2% de su tiempo a labores domésticas, las mujeres dedicamos 17,9% ). 

Además de las desigualdades el acceso a horas de ocio, también existen desigualdades en el tipo de ocio al cual diferentes personas pueden acceder. El sociólogo Robert Stebbins  clasifica el ocio dependiendo de i) las actividades que se realizan; ii) las razones por las cuales se realizan; y iii) las diferencias en gratificación y beneficios que generan. A partir de estas categorías, define el ocio casual como aquellas actividades que ofrecen una recompensa placentera inmediata y efímera, y que requieren poco o ningún entrenamiento o regularidad en el tiempo. Ejemplos de ocio casual incluyen ver televisión, navegar por internet y leer. Por su parte, el ocio serio involucra actividades como practicar la música o el deporte, tener un pasatiempo (hobby) o realizar actividades de voluntariado. Este tipo de ocio requiere de dedicación, planeación, regularidad y cierta formación. Aunque ambos tipos de ocio son importantes, el ocio serio genera la gratificación y los beneficios más duraderos.

Si analizamos el caso de Colombia, encontramos que existen desigualdades en el acceso tanto a ocio casual como a ocio serio, aunque éstas son mayores en el acceso al ocio serio. Por ejemplo, a nivel nacional, mientras que el 93% de las personas dedica tiempo libre “al uso de medios de comunicación” (ocio casual), solo el 8,8% de las mujeres y el 18,9% de los hombres dedica tiempo a “vida cultural, aficiones y deporte” (ocio serio) . Además, encontramos diferencias en el acceso al ocio dependiendo de los territorios donde viven las personas: un ejemplo de ello es que mientras que el 51,6% de los Bogotanos reporta haber ido a cine en el último año, en el caso de los habitantes de la región Orinoquía-Amazonía, el porcentaje es 21,1% . 

 

Repensar el ocio

¿Qué alternativas tenemos para hacer más equitativo el acceso al ocio? Un primer pazo es cambiar la concepción negativa que tenemos del ocio como “el tiempo sobrante” del trabajo. Debemos empezar a tomarnos el ocio en serio, entendiéndolo como un tiempo valioso, tanto para las personas, como para la sociedad en su conjunto. Debemos empezar a reconocer el ocio como un tiempo al que todos tenemos derecho, sin importar nuestro nivel de ingresos, género o lugar de procedencia. Este cambio de mentalidad requiere también educarnos para el ocio, es decir, transitar hacia visiones educativas que valoren como se requiere la educación artística y deportiva.

Otro paso necesario para reducir las desigualdades en el acceso al ocio es reducir las excesivas jornadas de trabajo laborales, sobre todo de las personas con menores ingresos. Uno de los caminos para lograr esto son las llamadas “rentas básicas universales”, que se refieren a transferencias monetarias que ayuden a garantizar ingresos mínimos a las personas. Este tipo de propuestas, que antes sonaban utópicas, toman cada día más importancia en el debate público. En Colombia, hemos dado los primeros pasos hacia ello con el Ingreso Solidario implementado durante la pandemia del Covid-19. Se espera que estas alternativas cobren cada vez más importancia, sobre todo ante la inminente destrucción de trabajos que está trayendo consigo el cambio tecnológico, lo cual nos lleva a pensarnos cada vez más un futuro con menos trabajo, pero también con más tiempo para el ocio, la colaboración y el buen vivir.

Sin duda, otra de las acciones que requiere reducir la desigualdad en el acceso al ocio tiene que ver con aumentar y democratizar la inversión pública en espacios y actividades culturales que brinden a la población oportunidades de ocio. Como lo dice Jonathan, necesitamos una política pública que “proteja y dignifique la labor cultural”. Sin embargo, estamos lejos de movernos hacia este frente. Por ejemplo, en el 2021, estaremos invirtiendo menos del 0,05% del presupuesto nacional en cultura y deporte . Consecuencia de ello es que muchos de los talleres, espacios y equipamientos culturales con los que contamos en el país, son privados, excluyendo a miles de personas de acceder a ellos.

Es necesario no solo aumentar la inversión pública, sino también, aumentar el compromiso del Gobierno para crear y fortalecer programas que brinden oportunidades para practicar y valorar el ocio de manera masiva y a lo largo de todo el territorio. Existen programas exitosos que podrían replicarse. Uno de ellos es el Plan Nacional de Música para la Convivencia PNMC, a través del cual se han creado y fortalecido 593 escuelas municipales de música para niños y jóvenes. En pueblos pequeños como Tinjacá, Boyacá, donde viven Jonathan y Valentina, la escuela de música es una parte esencial de la vida del pueblo, brindando a los jóvenes acceso al ocio serio, y a la comunidad en general, acceso al ocio pasivo. 

Este tipo de espacios tienen el potencial de brindar oportunidades más equitativas de ocio, a la vez que promueven valores necesarios para construir una sociedad menos desigual y que valore más la diversidad social y cultural. Como lo dice Valentina “en la banda aprendes más allá de tocar un instrumento, aprendes de valores como la tolerancia, aprendes a ser independiente. La banda ayuda a los jóvenes a hacer otro tipo actividades diferentes a ver televisión o estar en redes sociales”. El ocio, nos ayuda a re-imaginar.  Por eso te invitamos a que vivas un momento de buen ocio, siguiendo este paso a paso que hemos diseñado.

Allison Benson y Sara Rueda

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