Tiros al aire

Columnista Invitado

Dos recientes situaciones han generado una especie de “mentirosa angustia” en el panorama jurídico del país. Por un lado, el hoy exsenador de la República, Gustavo Bolívar, renunció a su curul hace un par de días y salió del capitolio nacional pateando la puerta de salida, anunciando que al interior del Congreso existe una red de trata de mujeres que funciona a través de los contratos de prestación de servicios. Un secreto a voces, según dijo el escritor y político.
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Y por otro, el Departamento Administrativo de la Función Pública, expidió una directriz a través de la cual indicó que los contratos de prestación de servicios no podían celebrarse por un lapso superior a los cuatro meses. 

Frente al grave señalamiento que hizo Bolívar, lo cierto es que en efecto de tiempo atrás quienes asumen ciertas posiciones de poder, echan mano de su capacidad de contratación para obtener a cambio favores sexuales. Reprochable y delictivo ese comportamiento, que amerita una reflexión social acerca de qué tanta responsabilidad tenemos los ciudadanos respecto a lo que presenciamos a diario. Infortunadamente, nada va a suceder con el congreso, eso es seguro. La razón: acusaciones sin dolientes ni nombres propios, sólo terminan dañando a las futuras víctimas, que seguramente no se atreverán a denunciar cuando sean acosadas.

Y respecto a la alegada “inestabilidad laboral” que el Departamento de la Función Pública hizo saber a través de su directriz, terminó siendo peor el remedio que la enfermedad; ninguna entidad estatal está en capacidad de convertir en empleados de planta a los contratistas. Pareciera obvio, pero pretender formalizar miles de cargos en las entidades estatales, ameritaría tramitar urgentemente una nueva reforma tributaria. 

Dos problemas de especial importancia, terminaron convertidos en “tiros al aire” por la ligereza con que se asumieron. Es verdad que deben tomarse medidas urgentes frente a situaciones que con el paso del tiempo se han “normalizado”, pero estas deben ir más allá de los meros romanticismos. Bolívar pudo haber acudido de manera prudente ante las autoridades, pidiendo una atención prioritaria y confidencial; y el Gobierno pudo haberse verificado los bolsillos antes de pedir formalización laboral. Lástima, otra salida más en falso.

RODRIGO J. PARADA

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