Inteligencia artificial en los colegios

Columnista Invitado

Encontraremos más resistencia al uso de la inteligencia artificial (iA) en la educación. Y no es para menos: El uso, mal abordado, puede resultar contraproducente. Por eso, las instituciones deben aprender para actuar de manera propositiva y no reactiva. Hay que anteponer la inteligencia humana para poder usar mejor la iA. 
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Al hablar con profesores existe el miedo de que los estudiantes no vuelvan a hacer sus tareas, sino que las hagan herramientas como ChatGPT. Pero me pregunto: ¿El problema es que las tareas se hagan con ChatGPT o que los profesores no cambien su forma de evaluar al estudiante?

Dejemos de temerle a las tecnologías como si fuesen jinetes del apocalipsis y, por el contrario, veámoslas como aliadas en el proceso de enseñanza-aprendizaje. En paralelo replanteemos los mecanismos de evaluación en donde muchas veces, los trabajos escritos y “en grupo” terminan siendo la trinchera de los mediocres, y la ‘salvación’ para los profesores facilistas que ‘califican’ más rápidamente. Lo que hay que evaluar es su apropiación del conocimiento y, luego, la calificación debe ser un reflejo de eso, no al revés.

Hace unos días, Lina María Ramírez, cofundadora de Genuine Digital School, un colegio virtual que da clases en todo el mundo, señalaba que no podemos ignorar el mundo en el que vivimos, ni que la iA es una herramienta valiosa para enfrentar esos desafíos. 

Uno de los beneficios es personalizar el aprendizaje, gracias a que la iA permite adaptar el proceso a las necesidades de cada estudiante y entender los diferentes tipos de inteligencia de cada uno. Esto permite diseñar clases donde un mismo tema pueda ser explicado bajo estas diferencias.

Así mismo, permite detectar patrones en las dificultades de aprendizaje y así los profesores pueden intervenir tempranamente y brindar apoyo adicional. Y cuando hay estudiantes con necesidades especiales, la iA puede mejorar la ‘accesibilidad’ para que ellos puedan aprender de manera más efectiva.

Por su parte, los colegios pueden automatizar muchas tareas administrativas para que los maestros puedan dedicar más tiempo a enseñar con estrategias diferentes. Y, finalmente, otra ventaja es comprender sobre las mismas experiencias para que haya un aprendizaje continuo.

La iA no es el diablo, el diablo está en dormirnos, en desconocer qué podemos hacer con las herramientas, en desenchufarnos de ellas sin haberlas entendido y hasta en hacer todo lo contrario: Endosarles a ellas, la responsabilidad absoluta de los procesos.

Victor Solano

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