Mínimo por la vida

Daniel Felipe Soto

Se hace necesario que, al menos una vez, nuestros dirigentes tengan la altura política que el pueblo reclama. Un proyecto como el “Mínimo por la vida”, impulsado por los congresistas de la oposición, no solo ayuda a aliviar un poco el padecimiento provocado por la pobreza, sino que también significa un avance importante en el reconocimiento de la dignidad humana como principio fundamental del Estado Social de Derecho.
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 No se trata de mantener “atenidos”, como lo señaló la Vicepresidenta. Sino de entender que la solidaridad reconocida por la Constitución del 91, no puede seguir siendo un valor abstracto o letra muerta. El Estado debe respaldar a sus ciudadanos, por lo tanto, es imperativo otorgar la protección social y económica necesaria para garantizar mínimas condiciones de vida de millones de familias vulnerables. Se propone que, inicialmente, este ingreso mínimo cubra las necesidades de los ciudadanos hasta que superemos la crisis por el coronavirus y tres meses más.

Sin embargo, en países como España, -hoy reconocido como ejemplo por Naciones Unidas-, han aprobado el mínimo vital universal. Los españoles han entendido que la pobreza es una opción política y por lo tanto, rechazan seguir eligiéndola. En un país como el nuestro, con las alarmantes cifras de pobreza, desigualdad y segregación, un mínimo por la vida es un derecho social que debe reconocerse y garantizarse.

Seguramente es utópico pensar que la bancada gobiernista actúe sin mezquindad. Pensar por ejemplo en un sistema tributario justo, ceñido al principio de progresividad y la prohibición de regresividad, es aún fantasioso. Con la desigualdad que impera en Colombia, sostener las exenciones tributarias a las grandes empresas y capitales, es francamente indignante. No es con días sin Iva como se construye un país equitativo.

Urge eliminar las exenciones a las grandes empresas y capitales para aumentar el recaudo, y así, garantizar un ingreso mínimo universal a todos los ciudadanos vulnerables. Más ahora cuando las cifras de desempleo se han disparado, se necesita una política social y económica pensada en el ser humano y no en capitales e intereses. Es hoy cuando el país reclama a los verdaderos patriotas, esos que entienden el concepto de la solidaridad como principio de vida y no son indiferentes frente al padecimiento ajeno.

Además de luchar contra la pobreza, el mínimo por la vida, activaría la economía en todo el territorio. Si las familias obtienen estos recursos, los mismos serían destinados para el consumo, para la compra de bienes y servicios, lo que sería un salvavidas a diferentes sectores económicos. Necesitamos que el dinero circule, y qué mejor forma que construyendo el verdadero Estado del Bienestar. Esto sí serían medidas patrióticas, mucho más efectivas que declarar el carriel antioqueño como símbolo nacional o tomar tinto mientras se monta a un paso fino.

En un mundo donde los discursos de odio, como la xenofobia, el racismo, la aporofobia, y en general el fascismo están nuevamente en el orden del día. Se necesita radicalizar, también, el discurso de la solidaridad, más cuando se pretende llamar “terroristas” a los Antifascistas, macartizando así a los movimientos sociales, como las últimas patadas de los ahogados Trump, Bolsonaro o Duque. Espero que Gaitán tenga razón y el pueblo sea superior a sus dirigentes y logremos exigir un mínimo por la vida.

DANIEL FELIPE SOTO

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