¡Abajo el mal gobierno!

Darío Ortiz

A estas alturas la principal inquietud para las directivas del partido de Gobierno, no es si se cae la reforma tributaria, proyecto que nació muerto, sino si se cae el gobierno Duque con las insospechadas consecuencias que eso traería para la estabilidad y la democracia.
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Así de claro es el mensaje que deja el expresidente Uribe en su más reciente entrevista en el diario El Tiempo en el que afirma que la reforma traería “rabia social”, porque “es un problema político, que pone en grave riesgo al ejecutivo, a la democracia y al partido”. Pero de nada sirve ahora que Uribe y sus congresistas se laven las manos con respecto al texto de la reforma o que el presidente salga, con ese tono lastimero que nuestros gobernantes han tenido desde épocas de Belisario Betancur, a decirle quejumbrosamente a la directora de un medio gobiernista, que no tenía cómo explicar el IVA a los servicios funerarios o que él está gastando su escaso capital político para dejarle las finanzas saneadas al próximo gobernante, en una ramplona autovictimización que no convence a nadie.

Pero puede ser demasiado tarde para esas posturas porque la rabia social está ahí como una bomba de tiempo a punto de estallar. Así que esa afirmación de Uribe no es una afirmación peregrina, pues quien tiene un mínimo de historia en la cabeza sabe que los gobiernos se caen cuando no saben manejar los grandes problemas o cuando los provocan.

Los dos ejemplos más característicos son la independencia norteamericana y la revolución francesa. El alza no consensuada de los impuestos de la corona británica para financiar sus guerras, sumado a la masacre de los manifestantes de Boston a manos del ejército británico y la prohibición del derecho de reunión, llevaron a la revolución norteamericana y el subsiguiente nacimiento de los Estados Unidos en 1776. Y por su parte, el equivocado manejo que dio la corona francesa a unos años de escasez y hambruna, que llevaron a un aumento desmedido de la deuda pública, depresión económica, desempleo y altos precios de los alimentos, ocasionaron el rompimiento del status quo existente, donde una clase privilegiada, poco numerosa, muy rica y con muchos poderes, confrontaba a una mayoría extremadamente pobre y sin derechos que además tenían la obligación de cumplir con fuertes obligaciones fiscales, independientemente de sus rendimientos agrícolas o comerciales. La revolución de 1789 acabó con los privilegios y exenciones tributarias del clero y de la nobleza que se mostró claramente incapaz de resolver la crisis.

Por eso un político sagaz como Uribe sabe que estamos ante una situación crítica en la cual cada medida puede agravar la situación, ya que no hay poder eterno, ni absoluto que sobreviva a los abusos, a los impuestos arbitrarios y sobre todo a la incapacidad de afrontar y resolver las crisis que aumentan al desempleo, la desigualdad y el hambre. Esas eran también las razones que inspiraron a los patriotas que hace más de doscientos años un día gritaron en Bogotá: ¡Abajo el mal gobierno!

DARÍO ORTÍZ

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