El seminario y sus ausentes

Darío Ortiz

Hace pocos días se realizó en Ibagué un evento sin precedentes: el II Seminario Internacional de Música y Transformación social, que contó con la participación de 88 especialistas en el tema de 20 países, quienes narraron experiencias alentadoras sobre la música y su positivo impacto sociocultural.
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Desde la Orquesta Sinfónica libre de Quibdó conformada por 240 niños, al proyecto de Global Music Vault que aspira guardar durante mil años la mejor música del mundo en un depósito en el ártico capaz de resistir un colapso mundial; pasando por las nuevas visiones de la pedagogía musical de los expertos del instituto Carnegie de Nueva York e incluso por la música protesta que sonó con éxito durante el reciente estallido social como la de Adriana Lizcano quien junto a Edson Velandia compuso “Todo regalado”. Este Seminario, en la historia de Ibagué, solamente puede asociarse al lejano primer Congreso Nacional de Música de 1936 y realmente no le faltó nada, lo tuvo todo, salvo claro, la presencia del Conservatorio del Tolima, sus alumnos, sus profesores que brillaron por su ausencia, junto a la sala Alberto Castilla que no fue prestada para ninguna de las ponencias, ni siquiera para el concierto de clausura.

Un evento inigualable en nuestra ciudad musical, sin la presencia de quienes debían ser los primeros interesados. Pero como dice mi adorada madre: uno puede dar comida, pero hambre no.

Este segundo seminario, el primero fue en Bogotá hace cinco años, contó con la organización y el respaldo de la Fundación Batuta, actualmente presidida por la primera dama, y el ministerio de Cultura, y no se hubiera hecho en Ibagué sin la decidida gestión de la Secretaria de Cultura, la doctora Greis Cifuentes y su obsesión por lograr que nuestro pueblo sea reconocido como Ciudad Creativa de la Unesco, para lo cual ha hecho todo lo humanamente posible.

En pocos días, cuando la Unesco confirme o niegue ese reconocimiento, tendrá un gran significado la mezquindad de quienes parecen siempre remando en contravía de sus propios intereses pues es claro que a todo el sector cultural nos conviene ese logro, que sin duda tendrá positivas consecuencias para la ciudad. 

El Seminario Internacional, sumado al Ibagué Festival, al Magdalena Fest y a los demás eventos que se han venido a sumar a la nutrida agenda de eventos musicales y culturales de la región, confirma las grandes posibilidades de la cultura como motor de desarrollo social e integración ciudadana. Por eso necesitan el decidido apoyo de todos los actores, incluyendo los gremios empresariales y las fuerzas políticas, porque lo que está sucediendo es maravilloso, pero no es gratis. Cuesta. Menos que una carretera, una pista o una piscina inconclusa, pero vale, así que se hace necesario el consenso ciudadano y que los concejales de Ibagué y los diputados de la Asamblea a la hora de elaborar los presupuestos fortalezcan decididamente el sector cultural, para que el sueño no se rompa, para que la creatividad fluya, para que la música pueda continuar.  Porque cuando se acallen los egos, como dice una tradición indígena, solo “quedarán los instrumentos para que cuentes nuestra historia, quedará nuestra memoria en el canto”.

DARÍO ORTIZ

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