Un radiador para la economía

Eduardo Durán

En este año que comienza, la economía colombiana va a requerir de un potente radiador para atenuar el recalentamiento con que comienza.
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Una inflación del 13,1%, que estuvo por encima de todos los pronósticos, incluido el del propio Banco de la República; una devaluación del peso cercana al 30 % y un crecimiento económico que se calcula que va a pasar de 8.1 % al 2 %, necesariamente nos indica que es imperioso actuar con extrema cautela, a la hora de tomar determinaciones en el campo económico. 

A ello se suma el peso de la reforma tributaria que ha comenzado a regir desde el primero de enero y que significará sacrificios para los aportantes al fisco.

La inflación, representada en el mayor costo de los productos que consumimos, preocupa enormemente, pues si no es posible contenerla, dejará en muy difíciles circunstancias a los sectores más débiles, para quienes no les quedará otro recurso que disminuir el tamaño de su canasta familiar, para que el salario alcance, pues este no tendrá otro incremento hasta dentro de un año; fuera de eso la ola de las alzas parece contagiosa y comienzan a aplicarse por encima de las expectativas, con la pretensión de no dejarse quedar atrás; lo registrado en productos básicos como el arroz 54 %, la leche 36 %, el huevo 35 %, y la electricidad 22 %, preocupa bastante.

Sin lugar a duda se requiere subir la producción para que se incremente la oferta de productos y los precios puedan bajar; se tiene a favor que el clima está mejorando y las fuertes lluvias se han aplacado, pero para ese incremento productivo se requieren créditos y estos están por las nubes, con el alza generalizada de los recursos que prestan los bancos, lo cual significa indefectiblemente que ese mayor valor tendrá que agregarse al producto final. El otro recurso es importar los faltantes, pero al precio que experimenta el dólar será muy gravoso.

Y tendrá que aparecer el tema de los créditos de vivienda, pues aquellos que han sido otorgados a plazos largos con una tasa que en estos momentos es muy inferior a la inflación, significa que van a tener tasas negativas, lo que tendrá que reventar en cualquier momento, con el consiguiente impacto en todos los deudores de este sector.

Por otro lado, la devaluación del peso significa el incremento en todos los productos que tengan un componente del sector externo, comenzando por los fertilizantes, las medicinas y muchos artículos de primera necesidad como el maíz y el trigo, amén de la repercusión que inmediatamente tiene en la deuda externa, tanto del gobierno como la privada, y también en la gasolina, cuyo efecto repercute en todo el engranaje de precios que conlleve el elemento transporte.

¿Cómo aliviar ese recalentamiento? La tarea es muy ardua y se requiere inteligencia, prudencia y habilidad.

EDUARDO DURÁN GÓMEZ

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