Ordeñando a Ibagué

Guillermo Hinestrosa

En tiempos de prosperidad el ser humano es capaz de cualquier tipo de excentricidades. Cleopatra se bañaba en leche de asna; Popea, mujer de Nerón, tenía en sus establos quinientas burras con igual propósito.
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El Crazy Horse de Paris aún presenta chicas que emergen semidesnudas de burbujeantes copas de coctel; la Fórmula 1 y el Tour de France bañan a sus campeones en champán. Traigo a colación el tema, porque tales extravagancias no son ajenas a la desventurada Ibagué que Vibra. 

Tenemos la sospecha de que el agua con la que mezclan el concreto de la USI (Unidad de Salud de Ibagué) que construyen en Picaleña, viene del lago de Ginebra. Así lo sugiere el APU (Análisis de Precios Unitarios) presentado por la interventoría: “El valor del insumo del agua tiene un costo de $650.000 el metro cúbico, mientras que el Ibal cobra en el estrato Cuatro por el mismo volumen solo $1.140”. 

Un sobreprecio del 570.000%. Quizá no sea marca Evian, pero no provino del Combeima, ni parece ser agua de acueductos comunitarios que 100.000 ibaguereños tienen que hervir para poder trapear. 

Apenas una perla del rosario de sobrecostos e irregularidades denunciadas por el interventor y recogidas por El Nuevo Día, El Cronista, El Olfato, Econoticias y posteadas en las redes sociales por el concejal Rubén Darío Correa, que intentaré resumir:

Víctor Manuel Lozano Rondón es ingeniero egresado de la UN y con más de 50 años de ejercicio profesional. En su calidad de interventor negó el uso de los materiales que no cumplían la normativa obligatoria, pero el contratista hizo caso omiso. Encontró hierros oxidados, recebo con un IP (índice de plasticidad) de 10, cuando lo máximo permitido es 6 (lo que implicaría problemas de compactación y asentamientos diferenciales), sin conocer el estado de zapatas y columnas hechas con la gravilla inadecuada. 

Expresa también que el diseño arquitectónico presumió un lote plano, desconociendo dos metros de desnivel que dan a un pozo séptico, sobre el que levantaron columnas hoy anegadas por aguas servidas. En síntesis, la obra no cumpliría el Reglamento Colombiano de Construcción Sismo Resistente, NSR-10.

Todo le fue expuesto, el 26 de agosto, a Carlos Cuéllar, Gerente de la USI. El tono de la discusión fue subiendo, pero Cuéllar, en lugar de exigir una respuesta sustentada y correctivos a las glosas de la interventoría, salió en defensa del contratista. Seis días después despidieron al ingeniero Lozano, quien no hizo cosa distinta a cumplir su deber.  

Otra anormalidad es que, al parecer, quien ejecuta la obra adjudicada a la Unión Temporal Picaleña UP (entidad contratista) es Alejandro Méndez Ramírez, quien hizo parte del Consorcio Salud y Vida, perdedor del contrato. Méndez asistió a la reunión, es quien manda y seguramente espera que remplacen a Lozano por un interventor de bolsillo.     

Hurtado sigue los pasos de Luis H. Sus licitaciones están precedidas de cuestionamientos por malos diseños, pliegos sastre, sobrecostos, adiciones injustificadas, contratistas incumplidos e inescrupulosos.  

Desconocemos si los pilotos del aeropuerto Perales celebraron con leche (según la tradición de Indianápolis) o champán (conforme a las 24 Horas de Le Mans). Al paso que vamos tendremos que averiguar lo que acostumbran beber en Picaleña.

 

GUILLERMO HINESTROSA

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