Ser liberal

Guillermo Hinestrosa

Desciendo de esos antioqueños que asistían a misa de 6 a.m., porque a las 7 iban los conservadores. Vine a descubrir el diario El Tiempo en la universidad, nuestra suscripción fue siempre a El Espectador. En 1974, luego de vitorear la eliminación que los colombianos Iván Molina y Jairo Velasco le propinaran al equipo de los Estados Unidos, en la Copa Davis, di por sentado que regresaríamos a Bogotá a ver los cuartos de final contra Sudáfrica. Mi padre se negó a comprar las boletas. Me explicó que nuestra presencia significaría un respaldo al apartheid, que él y yo debíamos rechazar.
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Ser liberal, más que allanarse a una ideología, es una forma de ser, actuar y pensar. Soy creyente y me opongo al aborto, pero abogo por la autonomía personal y el respeto a las diferencias. En verdad, el término tiene muchos matices, algunos en apariencia contradictorios, porque su esencia es diversa, pluralista e incluyente. “El liberalismo -como idea, como régimen político y como modus vivendi- no es una doctrina homogénea, sino uno de esos fenómenos históricos de naturaleza múltiple que configura uno de los lenguajes políticos predominantes en la modernidad” (Liliana María López, EAFIT 2010). 

A finales de los ochenta los newcons (neoconservadores), liderados por Margaret Thatcher y Ronald Reagan, adoptaron el neoliberalismo como dogma de fe, para desmontar el Estado Bienestar. No obstante, en Norteamérica siguen llamando liberales a los que defienden los derechos de las minorías, y socialistas a quienes luchan por un servicio público universal de salud, como el de la Ley 100, inexistente en los Estados Unidos.   

El Tolima honró a Colombia, en los siglos XIX y XX, proveyéndole sus más preclaros estadistas liberales. Aunque también contribuimos con la historia negra. Chispas, Desquite, Avenegra, Sangrenegra, guerrilleros liberales devenidos chusmeros. Condenas judiciales por vínculos probados, de un encumbrado líder, con los carteles de Medellín y Cali. Y más recientemente, una cultura de saqueo de las finanzas públicas entronizada por Luis H Rodríguez y Orlando Arciniegas, exalcalde y ex secretario general del Partido Liberal en el Tolima. Mal hábito que hoy es bipartidista.

Los conservadores no lo hacen mejor: en un territorio plagado de riesgos y conflictos ambientales, Cortolima pasó de ocupar la mediocre posición 22 a la deshonrosa 33 (último lugar), entre las CAR. Su seguimiento de las concesiones de aguas bajó del 83% al 18% (Minambiente, julio 2021). Por eso, para desgracia de los compradores de vivienda VIP, los acueductos comunitarios de Ibagué siguen expidiendo disponibilidades que exceden la capacidad licenciada. Nadie los controla.

Con ninguna de estas opciones me identifico, pero no podemos pasar de agache viendo a Colombia chapotear los bordes de la letrina de la corrupción para lanzarse por el desfiladero populista. La Corte Constitucional acaba de revivir al Nuevo Liberalismo, proyecto segado por los enemigos de esa “nueva manera de hacer política”. Una oportunidad para refundar el partido, invocando ese espíritu liberal que en tiempos pasados enalteció al Tolima como faro ético e intelectual de la República. 

Habitamos un paraíso a punto de convertirse en infierno. Si usted nunca ha participado en política, es el momento de hacerlo. La limpieza es el remedio más barato del mundo y Colombia la necesita.

 

GUILLERMO HINESTROSA

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