Vacunas contra el olvido

Guillermo Pérez Flórez

Los 160 años de creación del Estado del Tolima me han llevado a bucear en los sucesos de mediados del siglo XIX y en nuestra historia regional, y ha resultado un auténtico deleite que no vacilo en recomendar a mis amables lectores. El pasado tolimense está lleno de episodios y personajes que ameritarían una amplia divulgación entre las actuales generaciones. No se puede defender lo que no se ama, y es imposible amar lo que se desconoce.
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Esta inmersión en el mar de la historia regional me ha permitido recordar y conocer a personajes que deberían rescatarse del olvido, como un acto de justicia, primero que todo, y porque su testimonio vital podría inspirar a los jóvenes de hoy. El Tolima es una tierra pródiga en hombres y mujeres que se han distinguido por su capacidad de servir a sus congéneres. Tanto que estamos en mora de instaurar una ‘Cátedra Tolima’. Y no solo con el propósito de divulgar hechos y personajes, que estaría bien, sino para que se conozcan su territorio y sus diversas manifestaciones culturales. Una cátedra orientada a conocer y potenciar nuestro ‘activo espiritual’, según lo denomina con acierto Augusto Trujillo Muñoz.

Nombres como los de Gaspar de Figueroa , el más ilustre de los pintores del siglo XVII en la Nueva Granada; Juan Dionisio Gamba, presidente de las Provincias Unidas de la Nueva Granada, en brevísimo reemplazo de Nariño; o los de José María Samper y Rafael Rocha Gutiérrez merecen rescatarse del brumoso olvido en el que están. Hago un paréntesis para reconocer la importante obra divulgativa que en este campo han hecho los hermanos Carlos Orlando y Jorge Eliécer Pardo, a través de Pijao Editores. Su testimonio mantiene en pie buena parte de nuestra memoria regional. Por supuesto que existen otros esfuerzos, en especial en el campo investigativo. A riesgo de ser injusto al no mencionarlos a todos, destaco entre ellos a los profesores Hermes Tovar, Hernán Clavijo, Carlos Eduardo Jaramillo, Armando Moreno y Tiberio Murcia Godoy; y entre los extranjeros a los profesores Malcolm Deas y James D. Henderson, pero el listado es largo.  

Perder el pasado puede hacer que se pierda también el futuro. El olvido es un pésimo consejero, pues nos deja sin parámetros de referencia. ¿Serían los Estados Unidos cuanto hoy son si hubieran olvidado a Washington, a Adams, a Hamilton o Jefferson? ¿Se podría entender a Francia sin la Ilustración y sus revoluciones? ¿O a Suramérica sin Bolívar y San Martín? Hay que honrar la memoria de ese Tolima grande que una vez fuimos, y no me refiero solo al territorio sino a la dimensión histórica de sus gentes. Personas que amaron su tierra, que la engrandecieron con sus actuaciones sin buscar satisfacer vanidades ni oropeles. Dejo esta propuesta de cara a celebrar los 160 años de creación del Estado del Tolima para que este suceso no sea la oportunidad de pronunciar vacuos discursos, sino la de salvarnos de vacunarnos contra la epidemia del olvido.

GUILLERMO PÉREZ

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