¡Bienvenidos al pasado!

Guillermo Pérez Flórez

Cuando leí el titular me dio risa. La Agencia Nacional de Licencias Ambientales (ANLA) aprobó el plan de la Policía para volver a fumigar con glifosato. Es un ejercicio de malabarismo jurídico y tecnocrático que justifica el regreso de una política costosa y fracasada, interrumpida por la Corte Constitucional al revisar una acción de tutela.
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John Walters, ex zar antidrogas de George W. Bush, fue el primero en celebrarlo, considera que la suspensión de las fumigaciones es la razón por la que el Plan Colombia no ha tenido éxito sostenido, y que la oferta es la causa de la demanda de las drogas. Extrapola así el principio clásico de que la demanda genera la oferta. Según Walters la gente come hamburguesas porque hay hamburguesas. Ignora que de no haber hamburguesas comería perros calientes o empanadas. Si los gringos no tuviesen cocaína, consumirían heroína o cualquier otra droga. Sus patológicos estados de ansiedad los impulsan a ingerir sustancias alucinógenas a fin de intentar escapar de sí mismos. Washington sabe que las fumigaciones no terminan con la oferta de drogas, y el gobierno colombiano también. Sin embargo, repiten la receta porque es un negocio fantástico, tan bueno como traficar con cocaína. Alejandro Gaviria, rector de la Universidad de los Andes, aseguró en 2019 ante la Corte Constitucional que erradicar una hectárea cuesta 70.000 dólares, y que para que muera una hectárea de coca hay que fumigar 30 hectáreas. Colombia tiene 150 mil hectáreas de coca, tendríamos que fumigar 4.500.000 hectáreas. Y esto, suponiendo que no se volviera a sembrar una sola planta más, lo cual es desconocer el llamado “efecto globo”. Fumigan en Bolivia y rebrotan en Perú, fumigan en Perú y se resiembra en Colombia.

En mayo de 2001 coordiné en Madrid (España) un foro sobre la paz en Colombia, e invité a Carlos Gustavo Cano, que dirigía la Unidad de Desarrollo Rural Alternativo del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA) en Lima. Presentó una brillante ponencia sobre el Desarrollo Alternativo en la región Andina, ante representantes de la Unión Europea, de Estados Unidos y organizaciones españolas. Analizó la experiencia de Bolivia, Perú y Colombia contra las drogas y el terrorismo, y llegó a conclusiones que mantienen plena vigencia. “Solamente cuando los cultivadores de coca y amapola tengan algo qué ganar apoyando a sus estados – que en la actualidad los persiguen y reprimen -, y algo qué perder contemporizando con los movimientos subversivos de todas las suertes y con los narcotraficantes – que dicen protegerlos -, será posible derrotar la producción y sus conexiones con el terrorismo y la violencia”. He releído el texto y no logro entender que pasen 20 años y sigamos en las mismas, y que, contra toda evidencia, recurramos a recetas fallidas que sólo hacen más gravosa la situación del campesinado y destruyen sus lealtades con el Estado. Criminalizar y perseguirlo, arrasar el patrimonio ecológico y gastarse una millonada de dólares, en medio de la hecatombe social que vivimos, no parece una decisión inteligente. Que se preparen en los 104 municipios y 14 departamentos identificados para recibir en los próximos días una lluvia no de ayudas sociales y vacunas sino de glifosato. Ahora siento ganas de llorar. ¡Bienvenidos al pasado!

GUILLERMO PÉREZ

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