El Paro como oportunidad

Guillermo Pérez Flórez

El Paro Nacional que comenzó hace seis semanas puede ser visto como problema o como oportunidad. El pintor Darío Ortiz escribió en este diario un artículo en el que afirma que ‘El Paro no es el problema’, y tras un análisis de la multiplicidad de causas que lo han originado concluye: “Por eso cuando acabe el paro, sin medidas que resuelvan tanta desigualdad, hambre y desesperanza, el estallido social regresará nuevamente con más fuerza, porque el verdadero problema jamás ha sido el paro, ni aquellos que hoy alzaron la voz”.
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Otro destacado columnista, Hugo Patarroyo Murillo, en su artículo del domingo pasado, recordando al politólogo Paul Oquist, de la Universidad de Berkeley, postula que los problemas de Colombia hay que analizarlos “regionalmente”, y titulaba su columna, ‘Diálogo y conclusiones regionales, ¡ya!’. Tiene mucha razón. Una de las grandes equivocaciones históricas en Colombia ha sido creer que el país es homogéneo, e ignorar que una cosa es el Chocó y otra Antioquia, una Cali y otra Buenaventura. Para poner sólo unos ejemplos.

También hay quienes afirman que los problemas están en los territorios, pero las soluciones en Bogotá. Una verdad parcial. Muchos de ellos tienen origen en la incapacidad de las élites regionales para dialogar y llegar a acuerdos ciudadanos; en la dificultad para consensuar prioridades, las cuales son determinadas por voluntades externas, sin consultar los intereses de las gentes, sino obedeciendo a criterios electorales de los gobiernos de turno, que desde el ‘centro’ les construyen ‘líderes’ políticos a la periferia. Así, Bogotá se da el lujo de decirle a las regiones qué necesitan, y ese es uno de los gérmenes del atraso. El centralismo tiende siempre a homogeneizar territorios, a ignorar las singularidades geográficas, económicas y culturales de las regiones. Es una de las deformaciones de la modernidad, que quiso construir ‘naciones’ a partir de uniformar pueblos. Una sola lengua, una sola religión, una sola ley. La única forma de corregir esta anomalía es a través de diálogos regionales abiertos e incluyentes, que estimulen la búsqueda de consensos y que hagan valer la voluntad de sus ciudadanías, que son al fin de cuentas quienes mandan en las democracias.

Si el Paro Nacional consigue abrir ‘diálogos regionales’, aunque no hayan sido su objetivo, y se asume como oportunidad, Colombia podría cambiar mucho, y para bien. Diálogos incluyentes y horizontales que dejen atrás el vetusto modelo de relacionamiento jerarquizado. Diálogos sin arrogancias, sin ases en la manga, sin trucos que profundicen la crisis de confianza en las instituciones. Es urgente comenzar un proceso de relegitimación del Estado, de abajo para arriba. Este nos pertenece a todos, en especial los más humildes que padecen males estructurales, como el desempleo, la pobreza, la informalidad, la corrupción y el clientelismo. El Paro no es un problema, así como la fiebre no es una enfermedad.

Con las crisis sucede lo mismo que con los árboles, uno las mira y no ve las raíces. Para verlas es necesario profundizar en ellas, y esto solo es posible conversando. Aquí tenemos una valiosa e histórica oportunidad que no podemos desaprovechar.

GUILLERMO PÉREZ

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