¿Nace el Petro-liberalismo?

Guillermo Pérez Flórez

El liberalismo ha regresado al poder. Solo que esta vez lo hace de la mano de un social-demócrata que no milita en ninguna de las organizaciones ‘liberales’ del país. El presidente Gustavo Petro viene conformando su equipo de gobierno y, hasta el momento, ha designado en tres carteras clave a personalidades liberales: José Antonio Ocampo (hacienda), Cecilia López (agricultura) y Alejandro Gaviria (educación). Igualmente, el primer embajador nombrado es Luis Ernesto Vargas, expresidente de la Corte Constitucional, un aguerrido defensor de los derechos humanos y de la Constitución del 91. Reemplazará en la OEA al inefable Alejandro Ordoñez. Un nombramiento que encierra varios mensajes.
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Petro es el primer presidente hijo de la Constitución del 91. Así como suena. Ninguno de sus antecesores creyó tanto en este texto ni supo entender tanto el espíritu del proceso constituyente como él. Desde Pastrana hasta Duque, en mayor o menor grado, adelantaron contrarreformas para deshacer una obra que, pese a sus imperfecciones (que las tiene, por supuesto), es la única constitución fruto del consenso (léase bien, del consenso) y no de la imposición ni de una guerra civil. La del 91, en su versión original, es una constitución ambientalista, pluralista, garantista, autonomista y municipalista. Y sus valores fundantes son la soberanía popular y la democracia participativa. En otras palabras, a la Carta le ha llegado su momento. El momento para desarrollar y profundizar sus instituciones, para que no sean letra muerta, ni simples decorados sino realidad que inspira y guía. Ha llegado el momento de reanudar la marcha que las fuerzas regresivas han obstaculizado en estos treinta años.

Petro está recuperando el espíritu del 91, que es el de la concertación. Valga recordar que la Asamblea Constituyente tuvo una presidencia colegiada, integrada por Horacio Serpa (Liberal), Álvaro Gómez (conservador) y Antonio Navarro (AD-M19), qué buena lección. Entiende que gobernar es concertar, no imponer. Entiende que la democracia ya no es la dictadura de las mayorías sino la gestión del disenso y el respeto a las minorías. En ese marco axiológico se inscriben el Acuerdo Nacional y los Diálogos Regionales vinculantes que propone. Y eso es liberalismo, libre examen, respeto por las ideas ajenas, tolerancia. El liberalismo más una ideología es una ética, en el sentido de la famosa frase atribuida a Voltaire: “Podré no estar de acuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo”.  Desde el punto de vista doctrinario, quiere dar continuidad a la máxima obra del liberalismo en Colombia, la ‘Revolución en Marcha’ de Alfonso López Pumarejo y Darío Echandía, introduciendo líneas modernizantes, a partir de reconocer a las ‘nuevas ciudadanías’, la lucha contra el cambio climático, la transición energética y la sociedad del conocimiento. Ha dicho que quiere ‘desarrollar el capitalismo’, y una economía productiva, no especulativa ni extractiva.  

La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida. El demonio ‘castro-chavista’ aboga por un hemisferio americano, libre de ‘presos políticos’, desde Alaska hasta la Patagonia. Mensajes a Maduro para que los entienda Ortega. Sin duda, Petro está inaugurando una época, y va a dar mucho de qué hablar en el contexto latinoamericano. ¿Cómo llamarla? No lo sé. Quizás sea prematuro para hacerlo, pero alguien podría hablar de Petro-liberalismo.
 

GUILLERMO PÉREZ

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