Veneno en el corazón

Guillermo Pérez Flórez

La violencia se ha convertido en una epidemia en Colombia. Finalizando el año, cuando el país estaba casi ‘desconectado’, con la cabeza en las festividades decembrinas, el Instituto Nacional de Medicina Legal, presentó su informe sobre muertes violentas y violencia intrafamiliar. Las cifras dan pánico y enlutan el alma, y eso que no incluyen diciembre, considerado en los registros como el mes más violento.
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Con relación a 2021, las muertes violentas en 2022 aumentaron en 1.632, para un total de 25.272, el 47,6 % fueron homicidios, es decir, 12.045 asesinatos, lo que permite proyectar un total de más de trece mil el año pasado. Para dar una idea de la magnitud de esta tragedia, les comento que en Venezuela hubo 3.568 y en Perú 2.416 homicidios, en ese mismo período. Algo no está bien en el alma de los colombianos cuando la violencia homicida es tan elevada. La tragedia se agrava al examinar la violencia intrafamiliar, más de cincuenta y cinco mil casos, diez mil más que en 2021; de dichos sucesos el 67 % es violencia de pareja. Se pasa del amor al odio y al maltrato sin límite. Las principales víctimas, en este y otros delitos, son mujeres. Miles de ellas son agredidas física y moralmente por sus parejas o exparejas, cada día. El macho colombiano tiene exceso de testosterona y un déficit ético, que solo puede explicarse por frustraciones sociales y sexuales. No asimila la deconstrucción de la sociedad patriarcal, y persiste en afirmar su liderazgo a través de la violencia a la mujer.    

Ahora bien, el veneno que anida en el corazón de los colombianos se expresa también en otros ámbitos. En accidentes de tránsito perdieron la vida 7.432 personas. Esa cifra también aumentó, hubo 853 muertes más en 2022. Piensen esto: Moscú acepta que, en la guerra contra Ucrania, han perdido la vida seis mil soldados. Hay una guerra a muerte en nuestras calles y carreteras. En Colombia se conduce con odio. Cada persona quiere pasar de primera, y no le importa si para ello se lleva a otras por delante. Conducir se ha vuelto una actividad altamente riesgosa. El desorden, la falta de respeto a las normas de tránsito y la agresividad en la conducción, con especial énfasis de los motociclistas, que adelantan por la derecha y zigzaguean sin el menor respeto de las normas, configuran un panorama terrorífico. La otra causa de accidentes es la irresponsabilidad y falta de sentido común. No son pocas las personas que arriesgan la vida de sus hijos transportándolos en motocicletas sin ponerles un casco de protección. He visto niños de menos de cuatro años que van dormidos colgando en medio de sus padres. Pasan ante los ojos de la Policía y nadie les dice ni ‘mu’. Es la anarquía y el desorden en estado puro. Sorprende que no haya más muertes por esta causa.

Colombia como potencia mundial de la vida está lejos de ser realidad. La violencia en sus múltiples manifestaciones se ha convertido en una enfermedad, hay mucha gente dispuesta a matar por cualquier cosa. Por supuesto, ésta es multicausal, y desactivarla requiere de medidas de diverso orden, principalmente de educación, justicia y autoridad capaz de hacer cumplir la ley. Hay que trabajar en programas de convivencia y de resolución pacífica de conflictos, en las escuelas. Hay que drenar el veneno que anida en los corazones.  

 

GUILLERMO PÉREZ FLÓREZ

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