Los diálogos de Petro y Uribe

Guillermo Pérez Flórez

En un país acostumbrado a que la gente se mate por cualquier cosa, resulta incomprensible que adversarios políticos que han sostenido fuertes discrepancias dialoguen.
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Esto explica el revuelo causado por los encuentros del presidente Gustavo Petro y el expresidente Álvaro Uribe. Se olvida que la política se la inventaron precisamente para civilizar las controversias. Si estas conversaciones se hubieran dado antes, el país se habría ahorrado dolores de cabeza y millares de hogares muchas lágrimas.

Fue el diálogo entre Alberto Lleras y Laureano Gómez lo que detuvo la orgía de sangre liberal conservadora durante la mitad del siglo pasado. Al Frente Nacional se le atribuyen muchos defectos, y los tuvo, no tantos como dicen, pero los tuvo. Sin embargo, tiene una gran virtud que los eclipsa, evitó que siguieran muriendo más personas. Salvó vidas, y eso no tiene precio. Había quiénes deseaban apagar el incendio con gasolina, siguiendo los dictados del fascismo aseguraban que lo importante no era la paz sino la victoria. 

Esas mentes sectarias y fanáticas enlutaron a Colombia y la sumergieron en un oscuro mar de violencia. Igualmente, los diálogos con las Farc en La Habana, con sus luces y sombras, le evitaron muchas muertes, lisiados, huérfanos y viudas a Colombia, víctimas de la violencia desenfrenada en la que veníamos. Desafortunadamente, no fue posible que Santos y Uribe hablaran, y el país se polarizó.

Si en octubre de 1962, durante la llamada crisis de los misiles en el Caribe, el presidente John F. Kennedy no hubiera tenido la genialidad de establecer una conversación secreta, a través de interpuestas personas, con el presidente Nikita Kruschev para encontrar una salida política a la crisis, los halcones militares partidarios de atacar los barcos soviéticos que se dirigían a Cuba con arsenal nuclear, habrían terminado por imponerse y el mundo habría sufrido una conflagración bélica de terribles consecuencias. La historia tiene grandes ejemplos de la utilidad de conversar. 

Fue la capacidad para dialogar de las fuerzas políticas y sociales lo que permitió en España transitar a la democracia. Adolfo Suárez y el rey Juan Carlos I comprendieron que hablar con todo el mundo y dejar de demonizar a los adversarios era lo indicado después de una guerra civil y de una dictadura tan larga como la de Franco.

No hay que recelar de las conversaciones entre Petro y Uribe. La presencia de José Félix Lafaurie en la última reunión me hace pensar que tuvo que ver con el proceso de paz con el ELN. Acertado. Guste más o guste menos, Uribe tiene una representatividad política muy importante y ello amerita ese encuentro y más. Este ejercicio debe extenderse y propiciar el famoso acuerdo nacional. Es deseable que hablar se vuelva normal. Gobernar es concertar, no imponer. Nada ahuyenta más a la ciudadanía y la envenena que convertir la política en riña de gallos. 

Por otra parte, estas reuniones pueden tener efectos pedagógicos en una sociedad intolerante y violenta como la colombiana, tan acostumbrada a apelar a la violencia por cualquier cosa. Como es arriba es abajo. La senadora Clara López, dijo en una entrevista a El Espectador, que la violencia verbal era una de las causas del exterminio de la UP y creo que tiene razón. 

Las reuniones entre Petro y Uribe tienen más de bueno que de malo. Hay que saludarlas.

 

GUILLERMO PÉREZ

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