Me río del río

Guillermo Pérez Flórez

Desde hace unos años, el colectivo ‘Defensores del río Opia’ viene dando una ardua lucha en defensa de este afluente.
PUBLICIDAD

Una maravilla natural que nace en el barrio Villa Café y se extiende por la avenida Pedro Tafur, pasa entubado por debajo de una planta de gaseosas, atraviesa los barrios La Samaria y El Tesoro, llega a Piedras, y desemboca en el río Magdalena. En sus aguas se encuentran las cada vez más escasas ostras de agua dulce, una especie endémica de Colombia, que se encuentra en peligro.

Este río hermana a Ibagué y a Piedras, y al corregimiento de Doima, igual que lo hace subterráneamente el llamado ‘Acuífero de Ibagué’, junto con Alvarado, San Luis y Coello, en una extensión de 67 mil hectáreas. El Opia, el acuífero, y los ríos Alvarado y Chipalo, hacen parte de un ecosistema, que no estamos cuidando adecuadamente. Por fortuna, existen ciudadanos como los de este colectivo, que se ocupan de cuidarlo y defenderlo. De hecho, ayer se llevó a cabo una nueva jornada de limpieza de sus orillas, en un ejercicio de virtudes cívicas digno de imitación, aplauso y reconocimiento.

Hace algunos días, el arquitecto Eduardo Peñaloza, que hace parte de defensores, me envió fotografías de un triste y doloroso hecho: la tala de árboles en la ronda a la altura del plan parcial ‘Parque Deportivo’ y del plan ‘La Samaria’ (Fortezza 3). ¿Quién los taló y por qué? ¿Alguien en Cortolima o en la alcaldía sabe algo? ¿Qué ‘desarrollo’ se va a adelantar allí?  Estas entidades deberían tomar interés en este hecho que se suma a las ya recurrentes agresiones que desde hace años se vienen perpetrando contra el Opia. Todo indica que algunos constructores no están respetando el río. “Construcciones sí, pero no así”, podría ser el lema. De nada sirve la adopción de normas, como lo hiciera la Asamblea del Tolima (y muy bien, que lo haya hecho) al declarar como sujeto de derechos a los ríos Coello, Chipalo y Opia, si no somos capaces de hacerlas cumplir y respetar. Hay que sancionar a los responsables.

Es necesario tejer una nueva relación con la naturaleza. La especie humana no puede seguir creyéndose el centro gravitacional del planeta, y seguir mirando a aquella solo como una fuente inagotable de recursos. El agua, valga la pena repetirlo, no es un bien eterno. Preservar las diferentes fuentes y hacer un uso racional, tiene que ser un propósito colectivo, y un compromiso con las actuales y futuras generaciones. Vuelvo a insistir en que necesitamos conversar sobre qué vamos a hacer para garantizar agua a Ibagué en los próximos cincuenta años, para las diferentes necesidades. Se requiere una entidad rectora, altamente técnica y ajena a la politiquería, que oriente la gobernanza del agua, lo cual, por supuesto, va más allá de la prestación del servicio de acueducto y alcantarillado, de la preservación y gestión del riesgo, e incluso de la educación ambiental y de la cultura ciudadana. Todo esto tiene que ver con el ordenamiento territorial y el modelo de ciudad que queremos. 

 El Opia es tan mágico, paisajístico y mitológico, que podría ser un generador de turismo de naturaleza. Me gustaría conocer la opinión de Gloria Aponte, experta en arquitectura del paisaje. No podemos permitir es que haya quien diga: me río del río, y no pase absolutamente nada. Mi solidaridad con el Opia.

 

¡Hagamos región y apoyemos lo nuestro! 

Lo invitamos a seguir leyendo aquí 

https://digital.elnuevodia.com.co/library 

 

 

GUILLERMO PÉREZ FLÓREZ

Comentarios