Por un Renacimiento

Guillermo Pérez Flórez

En un esfuerzo de hipersimplificación podría describirse el Renacimiento como un período de transición entre la Edad Media y la Edad Moderna europeas, que puso en el centro de todo al género humano (al hombre, suele decirse). Una etapa que le abrió paso a las ciencias y a nuevos modelos de relacionamiento económico y político que disminuyeron el enorme poder de la Iglesia Católica. 
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Durante esa etapa emergieron las tesis copernicanas, era la tierra la que giraba alrededor del sol y no al revés; emergió un espíritu crítico alejado del dogma religioso, la razón dejó de estar supeditada a la fe, y se dio un resurgimiento de las ciudades.

A efectos de lo que pretendo plantear, basta con afirmar que fue una reingeniería del pensamiento, del arte, de las ciencias, y de la cultura, que permitió dejar atrás el feudalismo y sentar las bases del capitalismo, fundado en ideas democráticas.

Colombia necesita un Renacimiento, para inaugurar una etapa de progreso y de bienestar colectivos, pero no encuentra la senda que la conduzca a ello. Los problemas se están agravando y estamos más divididos y polarizados que nunca. 

En las últimas semanas he propuesto (con muy poco éxito, por cierto), algo que puede sonar a utopía: sacar a Ibagué de la controversia política nacional, que muestra una pugnacidad a extremos fatigantes y estériles, para que nos podamos centrar en la ciudad que queremos y en la forma como esta debe gestionarse. 

En otras palabras, dejar de dividirnos por razones ‘nacionales’ y unirnos alrededor de grandes propósitos locales. Hacer de nuestra casa un laboratorio de entendimiento y de ejercicio de ciudadanía, que en el país ha sido imposible, por la cortedad de miras de nuestros líderes. Históricamente, los colombianos hemos hallado motivos de sobra para dividirnos e incluso para matarnos. Ante el más simple desacuerdo, declaramos la enemistad o la guerra, y estructuramos bandos irreconciliables, por déficit de cultura democrática. Esa ha sido una constante histórica, con pequeños paréntesis, como lo fue el llamado Frente Nacional, que a pesar de sus críticas dio paz y concordia al país.

Ibagué tiene una acumulación de problemas de difícil solución. Desafortunadamente, el partidismo emerge como un obstáculo porque nos fragmenta y hace más difícil la construcción de acuerdos, pues traslada al plano local sus rencillas. No se trata de abandonar los alineamientos políticos, por supuesto que no, sino que estos no nos impidan encontrar acuerdos para hacer de ella un motor generador de riqueza y de bienestar. Acuerdos que permitan erradicar la corrupción, el chamboneo y la política de clanes que generan frustración, subdesarrollo y pobreza. Hay gente buena y bien intencionada en todos los partidos, movimientos y grupos de ciudadanos; en la academia, en las organizaciones sociales, gremiales y empresariales, que casi nunca participan del debate público y prefieren mantenerse al margen porque les asquean las costumbres electorales. Necesitamos superar fracturas, no profundizarlas. Unirnos, no dividirnos. La campaña por la alcaldía está a punto de convertirse en una guerra casi a muerte. Debemos tener cuidado de que el remedio no resulte peor que la enfermedad. La ciudad está marchitando aceleradamente y necesita un renacimiento. Evocando al general Benjamín Herrera, diría que Ibagué, por encima de los partidos.

 

GUILLERMO PÉREZ FLÓREZ

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