La mujer

Héctor Manuel Galeano Arbeláez

En estos días en que se han dicho tantas cosas hermosas sobre la mujer, compañera de viaje en este camino de la vida, no sobra enaltecer aún más su noble misión, su trabajo denodado y sus enormes sacrificios para que la humanidad haya llegado hasta este siglo veintiuno.
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Siempre menospreciada incluso por las religiones que han tenido un papel importante en la historia de la violencia contra las mujeres para justificar el modelo patriarcal, relacionándola con lo pecaminoso y lo demoniaco, avalando su tortura, ha sabido sobreponerse, luchar y avanzar a través de la historia, para conquistar sus derechos.    

En Colombia la mujer es ejemplo de amor por sus hijos, su tierra y su cultura como lo demostró la Cacica Gaitana, de la tribu Paéz, quien luchando contra la penetración española, logró vengar el asesinato de su hijo y expulsar a los invasores de su territorio.

Manuela Beltrán, Policarpa Salavarrieta (La Pola), María Antonia Santos y muchas más, son heroínas de las gestas por nuestra independencia. Y en el movimiento sindical brillan María Cano “La flor del Trabajo”, Feliciana Campos, quien lideró la resistencia de las Ligas Campesinas contra los terratenientes a comienzos del siglo XX.

En su lucha por el derecho al voto femenino  fueron clave varias mujeres como Ofelia Uribe y Josefina Flechert, pero solo hasta 1958 fue elegida en Colombia la primera mujer parlamentaría Esmeralda Arboleda y la primera mujer ministra en la cartera de Educación, en cabeza de Josefina Valencia, durante el gobierno de Gurropin.   

Colombia se demoró bastante en reconocerle a la mujer su derecho fundamental al voto y  fueron noticia las primeras egresadas de las universidades. Poco a poco la prensa se atrevió a ocuparse de las destacadas por su trabajo social y cultural en hospitales, centros de  beneficencia, museos, centros culturales, literatura y otras áreas. 

Algunas incursionaron y lo siguen haciendo, con éxito relativo, en la política, pues hasta ahora no tenemos la primera presidenta. Y siguen escalando, con mucha competencia, en el área científica. No sobra recordar a esas valerosas mujeres que denuncian el maltrato y los abusos de que han sido objeto en el marco del conflicto armado. Las que luchan por frenar los femenicidios ya convertidos en pandemia.

No tiene justificación el olvido o desprecio por la campesina, mujer que trabaja sin descanso para sostener su hogar y prestarle ayuda a los necesitados de la vereda. Colabora en la escuela, con el trabajo comunal, en las celebraciones y lo que se necesite. Trabaja  con  ternura, lista para lo que sea por el bienestar de su comunidad.

Y qué no decir de las mujeres indígenas, especialmente las de Toribío, Tacueyó, Jambaló y Silvia, cuyo trabajo fue definitivo para la creación del Cric  en 1971. Ellas con su espiritualidad, ligada a su cosmovisión, entienden que son tierra y agua y fieles a sus creencias han liderado un movimiento de agricultura ecológica, que las lleva a producir en sus huertas sus alimentos, utilizando semillas nativas, descartando el uso de químicos. Sus prácticas agrícolas las hace pioneras, al igual que a sus comunidades, en la conservación de los bosques, del agua, de los animales y de todo lo que tiene relación con el medio ambiente.

Ñapa. -La espiritualidad le da sentido a la vida  y no hay nada tan espiritual como la mujer.

HÉCTOR GALEANO ARBELAEZ

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