Ojeando

Héctor Manuel Galeano Arbeláez

Desde que apareció el hombre sobre la tierra se inicio la lucha por el dominio de los más fuertes y arrancó la fabricación de armamento, hasta lograr que su producción se volviera importante renglón comercial, utilizado para intimidar a los más débiles que se hicieron más pobres con la industrialización, el comercio y la tecnología. Con el pasar del tiempo se crearon los organismos internacionales empeñados en tratar de evitar conflictos y desarrollar actividades para favorecer la supervivencia de la sociedad. Pero también aparecieron los monopolios, la globalización y la lucha, entre los países más poderosos, por el control de los más pobres convertidos en simples fichas movidas por los dueños del tablero.
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Somos testigos obligados del que resultó  ser un duro fracaso de Estados Unidos en su intento por tumbar a Fidel Castro. El bloqueo a Cuba puso a los del rebaño de los gringos a pelear con su vecino, que resultó dándole la mano a grupos insurgentes e inconformes de otros países. Pusieron a Colombia a ladrar contra Venezuela, pronosticando su cambio de gobierno y lo único que hemos obtenido es el escalamiento del conflicto con un país que en otras épocas fue la mano tendida para todos los colombianos que emigraban hacia allí en busca de mejores oportunidades. Y en materia comercial son los mismos exportadores colombianos los que hoy se lamentan del cierre del comercio con un país que era el comprador número uno de nuestros productos. Hoy nos golpea y de qué manera toda la situación que se vive en el vecino país y lo único que resulta claro es que vamos de mal en peor. Los chinos son los nuevos amos del mundo. Es el nuevo imperialismo. Tienen buen comercio con Colombia y ya están en grandes obras y con agroindustria en el Vichada y la Amazonía, en tierras propias. Habrá que esperar cuál es el libreto.

Los Novios de Armero: Eran jueces. El en Honda y ella en Armero. La avalancha se llevó el edificio en donde residía y la dejó colgado en una rama de un árbol, desnuda y con hambre. Con un gran esfuerzo pudo coger un pajarito que estaba inmóvil por la cantidad de lava que lo cubría. Con paciencia lo limpió y cuando consideró que ya podía defenderse lo soltó. El pájaro dio una vuelta y se posó sobre la cabeza de su salvadora. Al rato le estaba picoteando la cara mientras esta le susurraba: “no sea desagradecido y déjeme tranquila”. El regaño fue suspendido cuando apareció una pequeña avalancha que la dejó a la orilla de una quebrada. Cuando pasó el susto se sentó en una  lomita desde donde vio el paso de varios helicópteros y se puso a gritar pidiendo auxilio.

Escuchó un grito al cual le puso atención porque le sonaba conocida la voz y volvió a gritar lo más duro que pudo y la respuesta la animó. Mi amor, magdita, por aquí estoy pero no me puedo mover. Con mucho esfuerzo ella comenzó a acercarse. Sonrieron cuando  se encontraron las miradas. Mi amor, me estoy muriendo de sed y con las patas quebradas, Regáleme un sorbito de agua ¿Pero cómo la traigo? dijo ella. En la boca, respondió él. Varias veces fue a la quebrada hasta que Roberto mostró vida. Más tarde aparecieron rescatistas y en un helicóptero de la Gobernación de Antioquia se lo llevaron para un hospital de Ibagué y Magdalena fue llevada por compañeras del Poder Judicial a la zona de rescate, la bañaron, la vistieron y la subieron al carro en el que la llevaron cantando al hospital de Ibagué en donde estaba su compañero. A él se lo llevó la gangrena a los pocos días. Ella fue aislada y se recuperó. Estando en recuperación un amigo le llevó de aguinaldo un pesebre hecho con piedras dejadas por la avalancha. Cuando miraba el pesebre decía; recuerdo con cariño los besos más tiernos de mi vida.

Ñapa.- Cuando haces las cosas con amor y pensando en hacerle bien al otro, nunca pierdes. Quédate con esa paz de haber hecho lo correcto.

 

HÉCTOR GALEANO ARBELÁEZ

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