La cultura herramienta de paz

Héctor Manuel Galeano Arbeláez

Pasó la época de los grandes festivales folclóricos del país, incluido nuestro Festival Folclórico Nacional, iniciado en 1959, cuando la violencia azotaba con mucha fuerza al Tolima y que sirvió para demostrar que la cultura es la mejor herramienta contra la violencia.
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Ese ejemplo que dio el Tolima se concretó no solo en Ibagué, sino que fue origen de las fiestas del retorno en los municipios más afectados y que fueron  aprovechadas, en el buen sentido de la palabra, por los dirigentes cívicos y políticos  de municipios con conflictos y disgustos permanentes quienes se reunían  y firmaban pactos de paz. Todo gracias a la cultura que también le dio la mano a las fiestas de Neiva.

A la celebración de nuestro festival llegaban delegaciones con lo más representativo de su folclor. De Ambalema, por ejemplo, Cristinita traía tres carrozas; las lavanderas, las Tabaqueras y el Mohan. Fiesta pura, las mejores orquestas del país y rumba del Parque Galarza al Murillo Toro, todos disfrutando y la carencia de hoteles era suplida por familias que alojaban delegaciones. Había civismo, organización, sentido de pertenencia, solidaridad y mucha alegría.

Hoy nuestras fiestas sirven para todo menos para educarnos en el respeto al otro y en la solidaridad. Están hechas para vender el espectáculo y cada día nos alejan más de la conservación de nuestra música ancestral, que es uno de nuestros grandes patrimonios. Sus compositores e intérpretes no están en el centro de los programas de los gobiernos. La mayoría carece de condiciones dignas para vivir y sin embargo, “no tiran la toalla”. Noche tras noche en las calles y en los pocos espacios que los acogen, nos recuerdan con sus bellos sanjuaneros, bambucos, guabinas y otros aires folclóricos, quienes somos y de donde procedemos.

También hay que ver que la corrupción es la puerta de entrada para todo lo que huela a dinero. Lo que importa es el consumo y el centro de la fiesta, hoy en día, son los reinados que cosifican a la mujer y cuyas delegaciones en no pocas oportunidades son patrocinadas por personajes y dineros de dudosa procedencia 

Necesitamos, como dijera Patricia Ariza en el discurso pronunciado recientemente ante la Unesco, en representación de Colombia. “(…  Que volvamos a pensar la cultura desde su capacidad transformadora y no desde su lugar de compra-venta. Queremos que la cultura esté en el corazón de los pueblos. A eso nos referimos, a construir otro relato de cultura, donde lo principal sea la vida humana, la paz en el mundo y la creatividad de los pueblos...” Ojalá no se eche en saco roto ese anhelo de la exministra.

Desafortunadamente la cultura hace rato dejó de jugar un papel muy importante para la firma de los acuerdos de paz.

 

HÉCTOR GALEANO ARBELÁEZ

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