Murreco

Héctor Manuel Galeano Arbeláez

Hoy quiero compartir con los lectores la historia de un personaje de mi pueblo. Fue un liberal de raca mandaca en un pueblito godo como Santa Chava y lleno de pájaros en los días de la violencia.
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Vivía y trabajaba en el jardín de las Llanitos, enseguida del cementerio. Cuando los muchachos iban para el charco de Berlín, siempre paraban al frente y lo llamaban: “Murreco, Murreco” y él apenas los miraba, pero cuando le gritaban que era un “voltiado”, sacaba la peinilla y comenzaba a bajar del cerro. “Me la van a pagar godos hijueputas” y los muchachos a correr hasta el negocio de Rosa Pineda.

De vez en cuando se ponía una camiseta roja y un rabo de gallo en el cuello, bajaba el cerro y entraba a la tienda de los Forero. Doña Sara que ya conocía la rutina le preguntaba: “Arturito, ¿se toma un aguardiente?”, “Y doble, que es lo único que le recibo a un hijueputa godo”, respondía. Y comenzaba a subir en dirección a la Alcaldía, donde lo esperaban varios patos a caballo y con banderas azules, lo montaban al anca de uno de ellos y comenzaban a recorrer el pueblo, mientras, Murreco gritando vivas al partido Liberal, “¡Abajo los godos!”, todos aplaudían y le daban aguardiente.

El tiempo fue pasando y en un velorio se encontraron varios paisanos de Santa Chava y en el tinto uno de ellos preguntó: “¿Cuál ha sido la suerte del personaje más importante de Santa Chava, que no fue el político de malos recuerdos, sino Murreco, que hace días no lo vemos en el pueblo?”, Nadie supo dar razón y uno de los asistentes viajó a Venadillo y le preguntó a Nepo, el de la avena, por Murreco. Lo enterramos la semana pasada, dijo, y murió pidiendo que lo llevaran a morir a su pueblo Santa Chava.

Ñapa: Qué tal estas reflexiones: “Vivimos en un mundo donde vibra más fuerte un teléfono que un corazón; vivimos en un mundo en el que la comida está repleta de químicos mientras un jabón contiene cereales, miel y vitaminas; vivimos en un mundo donde los teléfonos son más inteligentes que sus dueños; vivimos en un mundo donde pintar un grafiti es un delito y matar un toro es arte; vivimos en un mundo donde la forma de vestir se valora más que la de pensar; vivimos en un mundo donde los animales son mejores amigos, más que las personas; vivimos en un mundo donde el funeral importa más que el difunto y donde el festejo de una boda, es más importante que el amor; vivimos en un mundo donde se le exige más a un futbolista que a un político. ¡Tu decides el mundo que quieres tener! ¡Tienes el poder de cambiar el tuyo y por ende, el de aquellos que te rodean!

 

“¡Tu decides el mundo que quieres tener! ¡Tienes el poder de cambiar el tuyo y por ende, el de aquellos que te rodean!”, Héctor Galeano Arbeláez.

 

HÉCTOR GALEANO ARBELÁEZ

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