Nos destruimos

Héctor Manuel Galeano Arbeláez

Estamos pagando la destrucción del medio ambiente sin que se tomen medidas efectivas para evitarla, o por lo menos disminuirla, a pesar de lo que significa no solo para el bienestar de la humanidad tan acosada por el hambre, la falta de trabajo y las enfermedades, sino para la sobrevivencia de nuestra especie.
PUBLICIDAD

Los organismos internacionales y las potencias no dan pie con bola; y las naciones  se hacen a un lado, para conservar los ingresos que generan los destructores del medio ambiente, que generalmente contribuyen con aportes a las campañas políticas, que cargan a sus espaldas mucha corrupción.

Tomemos como ejemplo el caso de Ibagué, donde se autoriza la construcción de enormes proyectos de vivienda, sin garantizar el suministro de agua potable para todas aquellas personas que invierten sus ahorros con la ilusión de conseguir una vivienda propia.

No se controla la contaminación de las fuentes hídricas, no se cuidan sus entornos y nada se hace para protegerlas. Se tumban las montañas vecinas, no hay programas de reforestación y los agricultores de la zona están a la buena de Dios.

Es necesario, como lo dijera el precandidato Renzo García, a propósito de la reciente celebración del Día del Agua, reeducarnos como sociedad civil sobre lo que significa el agua para nuestra vida y prevenir una emergencia ambiental que afecte la disponibilidad hídrica sobre nuestros ríos. Hay que eliminar las malas prácticas ambientales de las comunidades rurales y la actividad de las petroleras que contaminan nuestro preciado líquido.

Una mirada al país nos muestra la destrucción de miles de hectáreas de bosques no solo en la Amazonía. Hay que ver el panorama en el bajo Cauca Antioqueño, tal como quedó expuesto en el reciente paro minero. Dan ganas de llorar.

La calamidad es universal y se agrava con la carrera armamentista, disfrazada de diferentes argumentos para justificar la producción y venta de armas y la explosión de guerras por lo que sea.

Tal como están señalando los entendidos en esta materia, la supervivencia de nuestra especie está en peligro como consecuencia de una guerra con armamento nuclear, como la que tenemos a la vuelta de la esquina. La radiación y el calor originados por las bombas nucleares en una guerra de este tipo serán altamente letales, afectando negativamente al ser humano en su vida y en su salud, al igual que la agricultura y el clima.

Ñapa: (…) “En el camino aprendí que los sueños se persiguen pero la paz se construye./ Que la libertad se exige y la soberbia destruye./Que el perdón es una cura que nos sana lentamente./ Y  el rencor es un tormento que nos perturba la mente”./ Dhiago Cosaint.

HÉCTOR GALEANO ARBELÁEZ

Comentarios