Reviviendo la esperanza

Juan Carlos Aguiar

Contrario a muchos, no recuerdo qué hacía cuando asesinaron a Luis Carlos Galán. Ese viernes 18 de agosto de 1989 yo tenía 17 años y estaba ansioso porque en pocos días cumpliría 18 y votaría por primera vez en unas elecciones.
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Sabía que lo haría por aquel político de pelo alborotado y bigote, que hacía vibrar los escenarios con ideas innovadoras, discursos apasionados y una voz fuerte y cautivadora. Colombia padecía aterrorizada una época dura, con carros bomba explotando en cualquier esquina, secuestros y asesinatos de personalidades, el plan pistola que mataba policías en todo el país, por orden de Pablo Escobar, quien envalentonado con su narcoterrorismo enfrentaba a un Estado que se percibía débil por el miedo y el dolor de sus ciudadanos.

Quienes se habían atrevido a enfrentar con determinación a esa máquina del mal llamada Cartel de Medellín, lo habían pagado con sus vidas. En los años previos Rodrigo Lara Bonilla, Guillermo Cano Isaza, Hernando Baquero Borda, Carlos Mauro Hoyos, y muchos más, protagonizaron los principales titulares de Colombia y del mundo al caer ante las balas asesinas de un capo de la muerte cuyo nombre todavía nos hace estremecer.

Aquella noche de agosto, en Soacha, tres disparos impactaron al líder del Nuevo Liberalismo, quien indiscutiblemente sería el próximo presidente de Colombia y, así, asesinaron la esperanza de los colombianos. El sepelio de Galán fue la prueba fehaciente de como un país sentía que los malos le arrebataron hasta la última posibilidad de recuperarse de una violencia desenfrenada, que lo arrodilló frente a la sangre de miles de inocentes.

Aunque Juan Manuel Galán, hijo mayor del líder inmolado, entregó las banderas de su padre a César Gaviria, para muchos los criminales nos robaron la única opción. Cumplí 18 años y no voté en esas elecciones.

En pocos días se cumplen 32 años de aquel magnicidio y solo esta semana se hizo justicia con un partido político que, entre otras, desapareció con la muerte de su inspirador. La Corte Constitucional, por decisión unánime, ordenó al Consejo Nacional Electoral darle personería jurídica al partido político de Galán.

Con Juan Manuel Galán he conversado muchas veces a lo largo de los años, gracias a múltiples entrevistas, y siempre he encontrado en él una mirada de esperanza a pesar de lo que perdió siendo muy joven. Me ha dejado entender que siente un inmenso compromiso con esa Colombia que seguía a su padre, que tiene claras las huellas que le marcó, y que no es un camino fácil.

No es un cheque en blanco lo que les otorgan a quienes quieren reconstruir el Nuevo Liberalismo, pero si es una ventana para regresar la transparencia y la decencia a la política colombiana, que tanta falta hacen. No es responsabilidad solo de los hermanos Galán, sino de todos los que en su momento vieron en su padre la posibilidad de redirigir el rumbo de una Colombia adolorida por su historia. Repito, no recuerdo qué hacía la noche en que con Galán asesinaron la esperanza, pero si sé lo que hacía la mañana en que escuché que el partido de Galán regresaría.

Quizás, sólo quizás, si el partido vuelve a representar lo que veía cuando apenas era un muchacho, pueda, más de tres décadas después, ejercer ese voto que no deposité en las urnas en 1990.

Porque como lo dijo el propio Luis Carlos Galán, cuando con mirada triste presagiaba su propia muerte: “A los hombres se les puede eliminar, pero a las ideas no”. Creo que en esto pensaba doña Gloria Pachón, viuda de Galán, cuando inició la batalla jurídica para que revivieran el movimiento que ella, desde su sacrificio como esposa y madre, ayudó a fundar.

JUAN CARLOS AGUIAR.

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