La soledad del mal perdedor

La mujer ingresaba por una ventana que habían roto mientras llevaba una bandera a favor del presidente Donald Trump a manera de capa. Un disparo en el cuello la detuvo y la lanzó al suelo. Fallecería minutos más tarde. Ocurrió en el Congreso de Estados Unidos, uno de los edificios más custodiados. A esa hora, del pasado miércoles, decenas de manifestantes habían violado la seguridad e invadido sus salones y pasillos. Afuera, en medio de los disturbios protagonizados por miles, otras tres personas murieron aparentemente por problemas de salud. Parecía el epílogo de una jornada inaudita en la capital del país más poderoso del mundo.

Un nuevo despertar

Cuatro días faltan. Si, tan solo cuatro días para que este año llegue a su fin. Y aunque en mi vida como periodista me enseñaron que hay frases que no se repiten, por trilladas, esta vez lo quiero hacer: 2020, el año en el que el mundo cambió. Lo que no tengo claro es si nosotros, como humanidad, como raza, estamos preparados para asumirlo y sobre todo para enfrentarlo.

Mis héroes

Sandra Lindsay estaba sentada en una gran silla azul y nada permitía adivinar su expresión. El tapabocas que usaba esta enfermera afroestadounidense de la unidad de cuidados intensivos del Hospital Long Island Jewish Medical Center de Nueva York, impedía saber si sonreía o no. Seguramente lo hacía, era la primera persona en Estados Unidos en recibir la vacuna contra el Covid-19 desarrollada por Pfizer y BioNTech. Su foto, rápidamente, le dio la vuelta al mundo y a su nombre se sumaron los de otros trabajadores de la salud, quienes durante meses construyeron una sólida y primera línea de batalla que evitó que los estragos dejados por el coronavirus fueran mayores.

Asedio a la democracia

La mañana de este sábado el presidente de Estados Unidos Donald Trump despertó bastante activo. Temprano enfiló su artillería y desde su cuenta de Twitter lanzó reclamos en la misma línea de las últimas semanas, desde que el sábado 7 de noviembre las proyecciones, de los más importantes y grandes medios de comunicación del país, dieron como ganador a la presidencia a su rival el demócrata Joe Biden. Escribió de fraude y engaño; acusó a los gobernadores de Georgia y Arizona, dos estados claves en el triunfo de Biden, de permitir que le robaran las elecciones; y, anunció el comienzo de su lucha.

El futuro en casa

Hace algún tiempo no visito Ibagué, pero desde la distancia me siento muy orgulloso de ser un hijo más de tan maravillosa ciudad. Y aunque no tengo muy claro cuándo voy a regresar, procuro estar al tanto de lo que allí sucede para, en mi siguiente viaje, encontrarla mejor que en las imágenes que conservo frescas en mi mente.

Gracias

Los colombianos somos muy dados a copiar ciertas costumbres, ajenas, que nos deja un aire de esnobismo muy particular. Históricamente hemos celebrado el día de ‘Amor y Amistad’, en septiembre, como una forma de recordar unos valores innegables y, por qué no, de estimular el comercio que necesita la inyección de capital de compradores ávidos de agradar a quienes los rodean. En busca de tener más ocasiones similares, nos vendieron la idea de disfrutar San Valentín, una fecha similar pero celebrada en Estados Unidos en el mes de febrero. Diez meses más tarde, producto de otra fecha o celebración estadounidense, llega el Black Friday o Viernes Negro, una jornada en la que cualquier tipo de mercancía recibe amplios descuentos para estimular así la economía y que el país entero salga beneficiado. Ganan los comerciantes porque venden grandes sumas de dinero, gana el público en general porque obtiene beneficios que ayudan a su economía familiar, y gana el Estado que recibe multimillonarios recursos a manera de impuestos. ¿Tienen algo de malo estas estrategias de mercadeo que, muchas veces, reciben el guiño de los gobernantes? No. Lo vimos hace pocas horas cuando muchos, en medio de una pandemia que afecta a los colombianos, aprovecharon para hacer compras estimuladas por frases como “Dos por uno” o “Lleve uno y el segundo a mitad de precio”.

Que el diablo escoja


Aunque no fue la última vez que vi a cada uno de estos dos hombres, quienes con toda seguridad pasarán a la historia, la imagen de ambos regañándome siempre me acompaña. Fue en momentos diferentes y en lugares distantes en sus países. Del primer regaño guardo recortes de periódicos y del otro un video como constancia de la furia presidencial contra este reportero.

306

En Latinoamérica se puede encontrar un presidente que dice ser perseguido por una prensa que, según él, es capaz de inventarle cualquier tipo de escándalo solo por perjudicarlo; o el que no acepta resultados cuando pierde en las urnas; otro más que tiene a sus hijos cogobernando junto a él, como si la presidencia fuera una especie de sucesión al trono.

No contamos

Una mañana en medio de una entrevista Rafael Mejía, entonces presidente de la Sociedad Colombiana de Agricultores, me preguntó si yo conocía Estados Unidos. Le dije que unas pocas ciudades y solo de paseo. Todavía recuerdo sus palabras: “mucha gente cree que conoce Estados Unidos, pero no; para conocerlo hay que entender el fútbol americano y las elecciones de ese país”. En 2016, cuando por primera vez trabajé como periodista en unas elecciones en Estados Unidos, comprendí la certeza de sus palabras. Aquel año, la noche del martes 8 de noviembre, el magnate inmobiliario Donald Trump sorprendió al ganar la Presidencia y convertirse en el hombre más poderoso del mundo para los siguientes cuatro años. Hay quienes dicen que él estuvo entre los sorprendidos.

Para madurar aguacates

Hay recuerdos que nos acompañan por siempre. En mi caso, tengo nítida la imagen de mi padre acostado en su cama, con un pie sobre el otro, y en sus manos el periódico completamente abierto. Aunque era un sacrilegio interrumpirlo en su lectura diaria de noticias, para entender la realidad del mundo, siempre había un motivo para ganarse su mirada fulminante cuando uno de sus tres hijos cortaba ese sagrado ejercicio. Lo que no recuerdo es si tenía una suscripción mensual o anual, menos cómo llegaba el diario a la casa, excepto las veces en que vivimos en el campo, ya que había que esperar a que alguien fuera al pueblo por él. Aunque quise ser periodista desde los 14 años, cuando mi madre me invitó a compartir con ella un programa de radio que tuvo, creo que el periódico en las manos de él estimuló ese temprano propósito.