70 veces siete

Juan Manuel Díaz

Hay una canción muy famosa en Colombia que inmortalizó el gran Amin Martínez que dice que: “la vida es más fácil vivirla sin odios ni rencor”. Toda la razón en aquella frase de este juglar vallenato que complementa su oda diciendo que “el amor es el perdón y algo más”. En efecto, si hay un gesto noble y admirable es aquel el de saber cerrar heridas y perdonar decepciones por difíciles que puedan ser.
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Además de la sabiduría popular de un vallenato, en una visión cristiana, la Biblia menciona en más de 40 versículos la palabra perdón, y como si fuera poco, la oración más famosa de la humanidad, la lleva impregnada como un requisito para recibir el perdón celestial: “Perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”. Hasta 70 veces siete dice Mateo 18-21 que ordenó Jesús perdonar a los enemigos, y si nos golpean la otra mejilla, se debe poner la otra.

Seguramente esto en la práctica no es tan fácil como parece, pues somos humanos que reaccionamos ante el dolor. Sin embargo, es necesario que antes de perdonar a los demás, se haga un acto de contrición consigo mismo y se sanen heridas internas y rencores que no son más que todo aquello que se guarda ante la ofensa del otro. Pueden pasar días, semanas, y hasta años, para que luego de ese proceso de sanidad interior, venga el perdón hacia los demás, de la forma que sea, pues cada quien tiene estilos de hacerlo.

Hay quienes nunca ofrecen excusas cuando se equivocan, y eso puede ser molesto para algunos, pero es probable, que en su forma de ser, las excusas se den de distintas maneras, quizás haciendo borrón y cuenta nueva o haciendo como si nada hubiera pasado. No obstante, para perdonar también se debe ser reflexivo, y esa reflexión debería hacerse de manera sensata y dialógica con quien se ha causado dolor, pues le ayuda fundamentalmente a cerrar la herida en un acto recíproco de madurez espiritual y gallardía.

Finalmente, también están los perdones silenciosos, y son aquellos que se traducen en tomar la decisión de no seguir mortificado por una situación, sin importar si uno es el ofendido o el que ofendió, y es probable que esta sea la forma más fácil de hacerlo. Insisto: desde cualquier punto de vista, el perdón no puede faltar de ninguna forma, pues se hace necesario hasta para poder decir adiós. 

JUAN MANUEL DÍAZ

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