“Luto en la poesía femenina del Tolima”

libardo Vargas Celemin

Aunque quisiera comentar cada ocho días la aparición del producto artístico de los trabajadores del arte y de todas sus actividades en esta columna, las circunstancias me llevan casi que a convertirla en un espacio de reseñas necrológicas, con todo lo doloroso que significa decirle adiós a seres sensibles que vieron el mundo desde una óptica distinta y se comprometieron con versos, pinceles, instrumentos musicales o imágenes, a explorar el mundo y a decirle a sus lectores o espectadores, que su periplo por la existencia se llenó de lo más sublime que puede brindarnos la vida: el arte.
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Cecilia Rojas Cárdenas, autora de varios libros de poemas, docente, ambientalista  gestora cultural, poeta, fotógrafa y partícipe de talleres y encuentros nacionales de literatura, no alcanzó a cumplir esa utopía en la que soñaba con el reencuentro del hombre y la naturaleza y el poema como síntesis de la alegría, porque la parca se atravesó en su sendero, a finales de año anterior y no pudo liberarse de sus garras, mientras la lucha desesperada de su compañero y poeta también, José Antonio Vergel, no logró rescatarla de la urdimbre del destino y afortunadamente le sobrevivió para honrar la memoria de una mariquiteña que abrió sus versos para cantarle a lo nuestro y mostrar los paisajes humanos y geográficos de nuestra región.

Laura Quijano Guzmán, ibaguereña y poeta asumió el ejercicio de pergeñar versos por terquedad, después de hacer tránsito de la música a la pintura y luego a la poesía. Su limitación física no le impedía movilizarse por las aulas para asistir a conferencias, lectura de poemas, lanzamientos de libros, como tampoco la no aceptación de sus trabajos iniciales que trataron de ser eclipsados por las nuevas poéticas, pero ella supo adaptarse y a ello contribuyeron los talleres literarios que florecieron en Ibagué a finales del Siglo XX, a los cuales asistía puntualmente y que le dieron un vuelo renovado a su inspiración, hecho que le valió la inclusión en antologías y en libros individuales.

Pareciera que los temas de sus versos se suscribieran exclusivamente a la soledad, pero múltiples matices afloran y se bifurcan en los vericuetos de las evocaciones, hasta trazar un mapa donde aparecen las percepciones de una existencia que cabalga entre la nostalgia y el paso inexorable de los años, en un ejercicio de catarsis para enfrentar el presente y dejar testimonio de su vida como la única forma de derrotar el olvido.

“Laurita”, una mujer de una gran calidez humana, un afecto especial por sus amistades y un cariño por la ciudad que la vio nacer, acaba de cumplir premonitoriamente lo que dijo en uno de sus versos: “Bajar al aljibe de las cosas idas”.

LIBARDO VARGAS CELEMIN

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