Itinerario de una esperanza

libardo Vargas Celemin

Todo comenzó en los aciagos días del mes de marzo del año anterior, cuando el mundo de las comunicaciones hizo un alto en sus comentarios sobre las guerras, relegó las noticias de la farándula y el deporte y centró toda su atención en el seguimiento de un virus que llegó a la tierra para recordarnos lo vulnerables que somos los seres humanos, como lo había dicho el poeta Porfirio Barba Jacob: “Hay días que somos tan móviles, tan móviles,/Como leves briznas al viento y al azar, / tal vez en otro cielo la Gloria nos sonríe/ La vida es clara, undívaga y abierta como un mar/”.
PUBLICIDAD

La esperanza de sobrevivir fue creciendo en nosotros y cuando las noticias de una vacuna aparecieron, nos aferramos a ellas y cada anochecer fuimos recibiendo la dosis de optimismo, en medio de las polémicas sobre las teorías de la conspiración. Algunas de ellas nos sembraron dudas, pero el temor inicial se convirtió en síntoma de paranoia y depresión. El listado de los seres que habían partido aumentaban y despedimos mentalmente a los amigos y conocidos, cuyos despojos incendiaron por unos días nuestros recuerdos, mientras fueron luego relevados por otros.

Asistimos también a la muerte de nuestras viejas costumbres, el abrazo restaurador desapareció de los esporádicos encuentros, el apretón de manos se escondió en un gesto, la sonrisa franca se escudó en la mirada y nos quedamos huérfanos de los espacios de tertulia, porque nos condenaron al constreñimiento y a la soledad. La incertidumbre de abrir el periódico y encontrar el nombre de un amigo en un aviso funerario o en las redes sociales, se volvió rutina. Las banderas rojas de la miseria y el hambre se agitaron en los barrios populares y los informes alcanzaron las cúspides en esas curvas macabras de las estadísticas. Pero la senda de la esperanza seguía y los anuncios del éxito de la ciencia con sus experimentos la hicieron crecer.

En los últimos meses del 2020, entre escépticos y moderadamente confiados, asistimos a los anuncios oficiales que aseguraban la vacunación del 70% de la población. Renovamos la ilusión de que era posible, con todas las debilidades del sistema de salud y las falacias del gobierno, el cumplimiento de esta meta. Fuimos ilusos, porque no tuvimos en cuenta las intenciones de unos monstruos creados por el capitalismo salvaje. Creímos que iban a anteponer a cualquier otra consideración, la solidaridad para detener la pandemia. Muy pronto mostraron sus agallas de codiciosos y comenzaron a vender el biológico desaforadamente a los países ricos,  mientras a los pobres se les entregaban a cuentagotas.

 Estamos próximos a comenzar una nueva cuarentena, pero seguimos aferrados a la esperanza, porque el martes anterior, muchos ibaguereños recibimos la primera dosis.

LIBARDO VARGAS CELEMIN

Comentarios