Solidaridad, infodemia y vacunación

libardo Vargas Celemin

La solidaridad debe ser el principio rector de toda sociedad y su práctica cotidiana, un hábito personal y un orgullo para toda la comunidad. Su enseñanza solo es posible con el ejemplo.
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Sin embargo, se pueden lograr manifestaciones colectivas que nos aproximen al servicio de los seres más vulnerables, como se intentó los primeros días de la pandemia, cuando personas, empresas e instituciones se manifestaron ante la crítica situación que vivía parte de la población mundial. Un sentido humanitario parecía florecer. 

Muy pronto esa utopía dio paso a la mezquindad y al oportunismo del “homus politicus y economicus”. La confirmación de las primeras vacunas dio comienzo a una carrera desaforada entre las farmacéuticas por vender, al mejor postor, millones de dosis. Por supuesto se excluyeron a los países pobres, sin comprender que el virus solo se logrará detener si se actúa solidariamente para que toda la población adquiera inmunidad. Pronto se desenmascaró el negocio y apareció la eclosión de los grupos antivacunas que se tomaron las redes sociales para negar los beneficios de los biológicos, difundir las teorías conspirativas y otras formas que pueden denominarse antipandemia.

Pronto se acuñó el término “infodemia”: “sobrecarga de información no fiable que se propaga rápidamente”, tal vez a mayor velocidad que el contagio del Covid-19. Las noticias falsas, los rumores y otros mecanismos mediáticos circulan por todas partes y han logrado impactar la decisión de no vacunarse. En países como los Estados Unidos es tan intensa esta operación que Biden le solicitó a las tecnológicas frenar las noticias que incentiven la no aplicación de las vacunas, porque ha logrado estancar el proceso de inmunización y aumentar el número de contagiados. Según “El País” de Madrid, Biden fue enfático en decir que estas campañas “están matando a las gentes”.

Los orígenes son diversos. Principalmente predicadores fanáticos de sectas religiosas, que ordenan a sus fieles negarse a recibir el biológico y recomiendan enfrentar la pandemia con la Biblia y las oraciones. Los seguidores de las teorías conspirativas que siembran el terror y cuentan historias increíbles sobre el origen de la pandemia e investigadores difunden falacias sobre las secuelas, sin soportes científicos suficientes, mientras que multitudes, que no están enredadas en el internet, solo repiten lo que han oído en la calle, en el trabajo o en el autobús. Estos son los más numerosos y representan gran riesgo, porque sus afirmaciones calan fácilmente, por venir de personas que pertenecen a su misma condición social.

Ante este panorama se necesita una actitud racional, donde primen los intereses colectivos sobre los individuales; las reflexiones científicas  sobre simples pareceres y acceder a fuentes creíbles para rescatar la solidaridad, como el mecanismo de ayuda mutua en el proceso de salvación de millones de personas.

LIBARDO VARGAS CELEMÍN

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