Cincuenta y cinco años de un rugido memorable

libardo Vargas Celemin

El 16 de mayo de 1968, Ibagué amaneció con una extraña sensación de fiesta, se respiraba un aire de optimismo. En el colegio con sorpresa escuchamos sonar la campana en una hora inusual. El rector nos hizo formar y nos habló de la llegada de la Vuelta a Colombia en Bicicleta y del gran Pedro J. Sánchez Puentes, el ídolo regional que ocupaba el tercer lugar de la clasificación general. Nos recomendó que fuéramos a ver la llegada, porque esta vez sí íbamos a tener campeón.
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En pocos minutos llegamos al parque Murillo Toro y ya estaba abarrotado. Un altoparlante trasmitía la vuelta y cuando la voz acatarrada de los locutores daban el cambio al transmovil número uno, los comentarios de Julio Arrastia Bricca nos calentaba la sangre, a pesar de que el Ñato Suarez, de Antioquia tomó la delantera en la Línea y Pedro J. lo seguía de cerca.

Cuando comenzó el descenso no supimos que pasaba, porque la transmisión tenía interferencias. De repente escuchamos a los locutores gritando emocionados desde Cajamarca, Pedro J. había pasado al Ñato y era puntero absoluto.

Minutos después se prendieron las alarmas. Pedro J. había pinchado. La decepción, el llanto, el desespero cundió en todo el Tolima, pero de repente se escuchó un rugido salvaje que recorrió las curvas de la carretera, la cuesta de Coello, pasó por Miramar, trepó la Vuelta del Chivo y se enfrentó a una carrera tercera atiborrada, con las notas del Himno Nacional y el Bunde Castilla como fondo. Teníamos la seguridad de que los ocho minutos que le sacó al segundo, eran suficientes. Tres días después entraba triunfante al Estadio El Campin. ¡Teníamos campeón !

Fueron varias las promesas para este humilde chaparraluno que demostró que su patria chica no solo produce presidentes y juristas, sino también campeones. Le ofrecieron una casa, pero fue solo la cuota inicial y él tuvo que hacer préstamos para terminar de pagarla. Las satisfacciones que le dio Pedro Julio Sánchez a la afición del Tolima fueron grandes, participó en dos olimpiadas (Tokio y México), en vueltas latinoamericanas como México y Uruguay. Se pensionó en Telecom y se dedicó a su familia.

Cincuenta y cinco años después este recuerdo nos remueve la nostalgia, porque varios tolimenses decidieron recordarle a Colombia las hazañas de su paisano, por eso este 28 de mayo se reencontrará con sus rivales de aquella época, Cochise Rodríguez, el Ñato Suarez y otros, mientras las nuevas generaciones aficionadas al ciclismo estarán pendientes del Giro de Italia y toda su tecnología, pero no saben que en las calles de la ciudad de la música todavía se escucha el eco del rugir de un león que despertó el orgullo de ser tolimense. 

 

LIBARDO VARGAS CELEMÌN

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