Tolima: de tierra firme a entrañas incandescentes

libardo Vargas Celemin

En el pasado se acuñó un lema, que nos llenaba de orgullo e incentivaba el sentimiento “tolimensista”. Éramos la “tierra firme” de Colombia, a pesar de tener en las alturas leones dormidos que de vez en cuando daban muestras de su existencia a través de fumarolas y cenizas que se olvidaban pronto. Pero, la naturaleza se cansó de enviarnos señales y en la noche del 13 de noviembre de 1985 nos dio una dura estocada con saldo de más de veinte mil víctimas que nos puso a pensar en que nuestra tierra no era tan firme como creíamos.
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Por unos años estuvimos a la vanguardia de la prevención, hasta que el tiempo fue borrando de nuestra frágil memoria la dolorosa experiencia de Armero y cuando el Volcán del Ruiz rugió de nuevo, nos acordamos que en nuestro territorio tenemos un nido de leones dormidos y que en cercanías de nuestra capital hay una inmensa bodega de magma que a veces le da por respirar y en caso de erupción peligran centros poblados como Toche, Cajamarca, Ibagué y muchos otros. Según expertos el Machín está activo y es uno de los de mayor potencialidad del país.

Nevados volcanes como el del Tolima, Paramillo del Cisne y Santa Isabel son considerados por el Servicio Geológico Colombiano como volcanes activos en reposo, mientras que un león adormilado, cuya última erupción data de 1720, es clasificado como activo y ha dado muestras de querer despertar, para agravar el panorama de volcanes en nuestro departamento.

Aunque se ha dicho que los gases que actualmente emanan de allí, no tienen el componente de azufre propio de los volcanes, parece que es una combustión interna. El profesor Guillermo Rein, experto en ciencias del fuego, consultado por Blu Radio afirma que “estos incendios son más difíciles de extinguir que los incendios de llama y se propaga muy despacio”.

Desde esta perspectiva nuestro territorio está sentado sobre calderas incandescentes que en cualquier momento pueden erupcionar. Cerro Bravo, a diferencia del Machín ha sido menos estudiado y ha permanecido con un bajo perfil, sin embargo, en el imaginario de los habitantes de Herveo siempre ha estado latente el temor de una erupción e inclusive ha trascendido la realidad para instalarse en la ficción. El escritor Jaider Muñoz, en su novela “El corazón del miedo”, relata el dramático suicidio de Marcial Restrepo que se sube a la cúpula del templo María Auxiliadora en la Plaza de Herveo y desde allí contempla la ladera occidental del Cerro Bravo en erupción, mientras él se lanza al vacío.

Si ya no somos tierra firme, hagamos una frase lapidaria con el calor de las entrañas y el magma de nuevas generaciones, para construir un Tolima distinto.

 

Libardo Vargas Celemìn

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