Deportes Tolima: un triunfo y una enseñanza

Manuel José Álvarez Didyme

Como es bien sabido, la semiótica se encarga de estudiar los diferentes sistemas de signos que permiten la comprensión entre los individuos y sus modos de producción, partiendo de la premisa de que todo tiene un significado que debe ser entendido en su verdadera dimensión, para que, a partir de su correcta inteligencia, se obtenga una buena y eficaz comunicación.
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Que es lo que hoy debiera estarnos ocupando: derivar el claro significado del triunfo del Deportes Tolima en pasada fecha, ante un equipo de tanta tradición y pergaminos como el de los Millonarios, representante de la arrogante y gélida capital, con más de un siglo de existencia; uno de los clubes deportivos de más amplia trayectoria y mejor organizados del país; con mayor disponibilidad de recursos, dirigido esta vez por el profesor Alberto Gamero, el mismo entrenador que en anteriores oportunidades condujo al Tolima, a obtener y disfrutar las mieles del triunfo.

Tolima, un equipo que nació modesto y con un escuálido presupuesto con voluntarias aportaciones, administrado por años por un apóstol de las causas de esta tierra, el médico Jorge Guzmán Molina o “Guzmán Tolima”, como terminó llamándosele a este ilustre galeno, en razón del tesón y el empeño que le imprimió a su tarea por demás valiosa.

“Un equipo de obreros” o “Tolimita” como lo calificaban los medios, pleno de humildad suma, posicionado ahora en tiempos de bonanza en la era de ese “Rey Midas”, don Gabriel Camargo, en un destacado puesto, como que es reconocido entre los clubes del balompié del país y de Latinoamérica toda.

Integrado por un grupo de excelentes jugadores, que de la mano de su capitán, Sergio Mosquera, superando un marcador desfavorable de un gol en contra, hasta el último minuto, dieron una lección de fe en su divisa y en sí mismos.

Su eficiente y eficaz estratega, el profesor Hernán Torres, un hombre sin vocación para arredrarse o vivir la derrota sin luchar, llevó a ese puñado de jóvenes bien motivados y desprovistos de toda arrogancia, pero sin complejos ante ningún rival, con clara identidad, a integrase en una nómina modesta en apariencia, pero decididamente basada en el deseo de hacer bien las cosas, y con el ánimo que aquel le infundió, hasta obtener la tercera estrella y un nombre apreciado y respetado en el ámbito deportivo.

Una clara enseñanza, de cómo las derrotas y las circunstancias adversas, aparentemente negativas, con entusiasmo, dedicación y esfuerzo, pueden llegar a transformarse, en positivos resultados.

Lo que viene a ratificar aquello que los antiguos romanos ya sabían cuando organizaban sus cortejos para conducir en medio de vítores a sus triunfadores desde el campo de Marte rumbo a la ciudad engalanada, pasando por la calle del Triunfo hasta el Capitolio: que cuando se selecciona a las personas adecuadas, se les compromete con una causa y se les prepara con organización, disciplina y voluntad para el éxito, no importan la calidad del reto, ni la tradición del rival, para alcanzar la victoria, y que una vez lograda esta, debe ser reconocida, exaltada y compartida colectivamente.

Relevante lección de vida, para ser aprendida por una comunidad que suele descreer en sí misma, en sus valores y logros y repetidamente se deja llevar por el pesimismo y la desesperanza, siendo lo peor, que las más de las veces no escoge adecuadamente a sus líderes o directores, y lo más grave aún: … ¡que no se crece frente a la crisis como debiera y se conforma con la mediocridad!

MANUEL JOSÉ ÁLVAREZ DIDYME-DÔME

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